viernes, 31 de enero de 2014

Drive: ¿película para machos?




La película Drive (2011) del director Nicolas Winding Refn y protagonizada por Ryan Gosling pareciera hecha para esos machos (¿?) que siempre se quejan de las películas por considerarlas muy femeninas para su supuesta fama de tipos duros.
Piruetas en carros a alta velocidad, armas, prostitutas que no hablan, mafiosos, una doncella inocente y en peligro, un niño que necesita de un padre, dólares, muchos dólares y un protagonista que no llora ni ríe a carcajadas y que habla poco, muy poco, pero eso sí con el cabello bien peinado y con un aparente baño de crema permanente. Estos son los ingredientes del célebre tratado no escrito del “macho que se respeta…”.
Sí, escribo de forma irónica. ¿Qué vaina es esa de “macho que se respeta”? Los idiotas que siguen a pie juntillas este listado de reglas de conductas masculinas deberían únicamente tomar cerveza y babear, porque todo lo demás que conforma el quehacer humano es sospechosamente maricón.
Y es que estos machos han sido criados por mujeres que les impidió limpiar un plato o planchar una camisa y que los castigaba si osaban llorar, porque todos saben que los machos no lloran (Sí, Luis).
Nada. Que Drive es de esas películas que uno compra a su jíbaro de quemaditos pensando en algún día verla y se va quedando fría en el gabinete hasta que un día tras poner una película que se encuentra dañada te das a la tarea de ojear para buscar otra y salta ésta y le das una oportunidad.
Pero para ser justos hay que reconocer que gracias a esta cinta Nicolas Winding Refn ganó el premio a mejor director del Festival de Cine de Cannes del 2011. Quizás le dio suerte dedicarle la película al irreverente y creativo Alejandro Jodorowsky. Además estuvo nominada al Oscar 2011 como mejor montaje de sonido, así que vale la pena escucharla al menos.
Por lo pronto los que no la han visto no se asusten, no terminarán babeando y tomando cerveza luego de hacerlo, no se convertirán en falsos machos y podrán seguir riendo a carcajadas y llorando cuando lo necesiten.


jueves, 30 de enero de 2014

Her: La caricia de un bit



Por @Joaquin_Pereira

¿Las distancias deben medirse en metros o en likes? ¿Estamos más cerca de nuestros vecinos que no conocemos o de nuestros amigos virtuales que viven a kilómetros de distancia y con los cuales chateamos por horas? ¿Somos ese extraño que no habla con nadie del vecindario o el que es popular en las redes sociales… o ambos a la vez?

La tecnología ha aumentado la distancia a la que tienen acceso nuestros sentidos y apenas estamos comenzando a tener conciencia de lo que esto significa. Las fronteras cada vez más están desapareciendo y gana terreno -virtual- un  nuevo territorio: FaceBook y una nueva economía: Bitcoin.

¿Y el amor?¿Cómo ha cambiado la forma en que se relacionan las personas la trepidante incursión de la tecnología en nuestras vidas? Este es el punto de partida de la cinta Her de Spike Jonze, protagonizada por el rebelde de Hollywood Joaquín Phoenix, y en la que también participan Scarlett Johansson – más bien su voz-, Rooney Mara –luego de bañarse y quitarse el personaje de Lisbeth Salander en The Girl with the Dragon Tattoo-, y Amy Adams –luego de despeinar a su Lois Lane de Man of Steel-.

Y la respuesta es como el laberinto que encuentra Samantha al final de la película dentro de su mundo virtual: ¿El Nirvana? ¿El verdadero cielo al que podremos aspirar alguna vez los humanos?

Si ahora nos sorprende cómo son las fiestas entre adolescentes. Todos apretujados en sofás pero concentrados en sus Iphones, la película Her nos muestra cómo será el futuro, ya no en varias décadas sino en pocos años dado lo exponencial del avance tecnológico: Una multitud de personas deambulando por las calles comunicándose únicamente con su sistema operativo hecho a la medida.

Actualmente vemos la gestación de “Samantha” cuando navegamos en Google y Amazon y luego vemos reflejados nuestros gustos en Facebook con publicidad hecha a la medida. O cuando escribirmos un correo en Gmail y éste nos sugiere las personas a quien enviarlo. ¿Hasta qué punto hacemos lo que verdaderamente deseamos y no lo que las campañas de marketing nos bombardean sutil y maquiavélicamente por medio de la conexión virtual?

Si las relaciones interraciales, entre personas que se llevan mucha edad, la homosexualidad y los amoríos múltiples aún hacen santiguarse a más de un puritano, Her nos confronta aún más al presentarnos la última frontera de las relaciones interpersonales: ¿somos nuestros cuerpos o el alma que se comunica a través de ellos? ¿Pueden amarse dos seres sin tocarse físicamente?

Y fue Joaquín Phoenix el encargado de soportar este cuasi monólogo sin que cayera nuestra atención por la trama, ayudado algunas veces por ese extraño bigote y lo retro-nerd de su vestimenta. 

Aunque fue olvidado en las nominaciones al Oscar 2014, quizá reciba un Oscar Virtual pues Her fue nominada a mejor película y él es la columna vertebral del film, tanto que estamos tentados en llamarla Him.  


martes, 28 de enero de 2014

Gravity, o cómo reconciliarse con la vida




El sueño de todo cineasta es filmar una película basada en un gran y único plano secuencia, esa gran toma sin cortes que hizo célebre Orson Welles, y el mexicano Alfonso Cuarón lo hizo realidad con su cinta Gravity

Pero todo sueño tiene sus enemigos que atentan contra su realización, y en el caso del plano secuencia los principales son lo complejo de la locación y el ruido que genera las personas o seres que habitan ese espacio. 

Cuarón inteligentemente se vuela de un plumazo ambos problemas al situar su historia en el espacio exterior: ¡listo!, te sacas 7 mil millones de personas del encuadre – con todas sus historias individuales – y las colocas como telón de fondo, mirando al planeta desde lejos, uniendo a la humanidad en una historia común: la vida.

Los amantes de las películas de acción disfrutarán del estallido de los satélites y estaciones espaciales, pero éste no es el tema central de la película. El núcleo central de la historia es cómo un ser humano supera la pérdida de un ser querido y se reconcilia con la vida. Paradójicamente el eslogan de Gravity es “No te sueltes”,  porque presenta la disyuntiva de no querer soltar el amor por alguien que ha fallecido sin cortar los lazos que nos mantiene con vida.

Para los que no han visto todavía esta película les recomiendo dejar en este punto el texto y retomarlo cuando la vean para que no adelantar algunas escenas claves. 

Y es que hay muchas memorables en Gravity: mi favorita, cuando la doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) logra sacarse por primera vez el traje espacial mientras se forma una especie de útero con la nave presentando a la protagonista con un feto que se mantiene vivo gracias a ese complejo nicho electrónico.

Otra escena, la última, me recuerda el final de la cinta The Passion of the Christ, de Mel Gibson: cuando el protagonista se levanta y de forma heroica comienza a caminar. Previamente una pequeña rana se convierte en la metáfora del largo y peligroso camino que ha tenido la evolución de la vida en la tierra.

En Gravity todo tiene significado. No es gratuito que la protagonista parta de un transbordador norteamericano -donde veremos flotar un marcianito de looney tunes-, pase a una estación rusa - donde encontrará la estampita de un santo-, y de allí a una nave china – donde veremos un pequeño buda-. Pareciera que el director dejara un mensaje oculto para el ojo avisado: nos dice “despierta, así como tenemos idiomas diferentes, tenemos también maneras diferentes de expresar nuestra Fe, pero en el fondo el mensaje es el mismo”.

Cuando ves una película y al final lo primero que dices es “quiero volver a verla”, el director logró su cometido porque no sólo te atrapó por 91 minutos – lo que dura Gravity- sino que lo hizo por el resto de tu vida, pues su historia ya forma parte de la tuya.

En un mundo cada vez más lleno de gente y más vacío de humanidad, vamos perdiendo la esperanza y la confianza en el género humano. Y viene Cuarón y te estalla en la cara Gravity, como una cachetada a tiempo que te dice “despierta, la vida puede ser una mierda pero vale la pena vivirse: levántate y disfruta del resto del viaje”. Gracias Cuarón.

lunes, 27 de enero de 2014

Despachando quemaditos




Inicié el 2014 con el objetivo de ir viendo una serie de películas que tenía pendiente por disfrutar y que se habían venido acumulado en el formato “quemadito” o copia pirata que en Latinoamérica termina siendo un mal necesario.

Los primero días del año he venido adelantando esta tarea y ya he generado tres grupos: las que me gustaron, las fatales y las que llamo buenos intentos.

Entre las que me gustaron están:

Grupo 7 (2012), de Alberto Rodríguez Librero. Es una película española del género policial que supera las típicas escenas de acción y roza interrogantes interesantes sobre el género humano. Aunque parecía que la película iba a ser parecida a las típicas series televisivas españolas que se sostienen en el sexapil de sus protagonistas, en este caso los actores se lucen y aumentan sus registros actorales.

Argo (2012), de Ben Affleck. Aunque Affleck es uno de los actores que menos me gusta debo reconocer que su película sí me agradó sobre todo por su edición. Creo que haber usado barba me hizo olvidar afortunadamente de quién se trataba. 

Shame (2011), de Steve McQueen. Es una película británica ambientada en Nueva York y trata sobre la compulsión sexual de su protagonista cuya relación con su hermana es enfermiza. Lo que más me gusta es que no hay un narrador que moralice o explique de forma excesiva la trama, al contario se deja en el espectador el trabajo de darle significado a la historia.

Man on ledge (2012), de Asger Leth. Tener al protagonista el 90% de la película en la cornisa de un edificio me parece súper interesante y difícil de mantener la atención del espectador, que se logra. Por otra parte me agradó ver la participación dentro del cast de la actriz venezolana Génesis Rodríguez, la hija del Puma: fresca, graciosa, bien plantada; lástima que el guionista cae en un estereotipo gratuito en uno de los diálogos al introducir una burla llamándola “chiguagua” para subrayar su origen latino.  Me decepcionó un poco la escena final que no le hace justicia a lo bien tratada de las escenas en la cornisa: los directores deberían saber cuándo cortar la película para no terminarla con una cursilería.

Entre las fatales:

Skyline (2010), de los hermanos Strause. Mala, tipo película del canal por cable ScyFy.

The Freebie (2010), dirigida y protagonizada por Katie Aselton. La buena idea en la que se basa – sobre permitir a tu pareja tener una noche libre con otra persona- termina siendo presentada de forma pacata y demasiado simple. Uno termina preguntándose ¿había que hacer una película para tan poco?, y la respuesta es: quizá la directora tiene un trauma no resuelto que le hace pensar que lo mostrado en la película iba a impactar a todo el mundo.

Y entre los buenos intentos están:

The Adjustment Bureau (2011), de George Nolfi. El protagonista es Matt Damon y la película nos hace pensar en esas pequeñas acciones que cambian drásticamente nuestro destino.

Chronicle (2012), dirigida por Josh Trank y escrita por Max Landis. Utiliza el ya muy usado juego de la cámara en mano que hizo célebre la cinta The Blair Witch Project, pero sin generar mareos en el espectador.

The Mortal Instruments (2013), de Scott Stewart. Es la versión cinematográfica del primer libro de una saga para adolescentes de la escritora Cassandra Clare. Aunque logra tener un cast de actores con trayectoria que fortalece a los novatos, la historia se presenta como un calco saturado del libro que puede confundir al espectador. 

After Earth (2013), de M. Night Shyamalan. Protagonizada por Will Smith y su hijo Jaden Smith, lo major de la película es uno de sus diálogos: “Danger is real, fear is a choice” (“El peligro es real, el miedo es una opción”).

Esclavo de Dios (2013), de Joel Novoa Schneider. Es una película venezolana que presenta el conflicto Israelí Palestino a través de la historia de los terroristas suicidas. Pequeña pero buena es la intervención de la actriz María Alejandra Martín. El protagonista parece una foto que camina que dice sí soy árabe pero no transmito ninguna emoción pese a que voy a morir y dejar a mi esposa viuda y a mi hijo huérfano.

En las próximas entregas generaré un post por cada película que vea con mis comentarios sobre ella. Sigamos disfrutando del cine, sin cotufas en mi caso.