miércoles, 31 de mayo de 2017

Never Let Me Go: No hay postergación, vive ahora



Por @Joaquin_Pereira

Anoche comenzó el reto. Me diste -mi "jíbaro" oficial- 7 películas para ver en una semana sin saber sus títulos. Me siento como si estuviera en medio de un bosque con los ojos amordazados. En vez de sentir incomodidad me siento liberado: completo disfrute sin que mis juicios se peleen por ver cuál es el vencedor. Siento, escucho y saboreo con mayor intensidad. Gracias.

La película que correspondía al martes 30 de mayo del 2017, la supuesta primera, de forma muy extraña estaba dañada. Y ya saben lo que en el espíritu significa “muy extraña”: abre los ojos, algo va a pasar. Y pasó. Este día yo tenía en mente una pregunta muy importante para mí y la vida haciendo que la primera película a ver en el reto fuera la segunda en el orden me la contestó: comprendí qué inspiró tu obra. 

Ahora sí, le quito el forro de aluminio al “bombón” del día y me encuentro con Never Let Me Go (2010), una película británica del director Mark Romanek basada en la novela del género distópico del mismo título escrita por Kazuo Ishiguro.

Cómo saben Cine sin cotufas no se trata de hacer una reseña exhaustiva de la película, que si quisiera hacerlo lo resumiría en una frase: Corran a verla pues la vida no otorga postergaciones y se termina… ¿O no?

Sí, Never Let Me Go aparentemente trata de una sociedad que ha llevado una idea al extremo: ¿Por qué si podemos criar pollos para vender miles de hamburguesas al día no podemos crear humanos para usar sus órganos y reemplazar los que se nos dañen, a nosotros, los miembros de la sociedad, los verdaderos? 

Pero la historia no trata en realidad de la clonación, no es una crítica moralista sobre este tema. Trata del poder ilusorio que creemos tener cuando estamos enamorados. Creemos que tener ese sentimiento nos hace inmunes, especiales, como si la vida debiera postergar nuestros sufrimientos a nombre del amor. 

Jorge Drexler -cantautor, actor, médico, músico y compositor uruguayo, ganador del premio Óscar a la primera Mejor canción original en idioma español de la historia… y mi gurú personal cuando me siento perdido- lo explica muy bien en su canción “Inoportuna”: Quien no lo sepa ya/ lo aprenderá de prisa:/ la vida no para,/no espera, no avisa./ Tantos planes, tantos planes /vueltos espuma/ tú, por ejemplo,/ tan a tiempo y tan/ inoportuna...inoportuna.

No es que debamos ir por allí como locos diciéndole a la gente que amamos que los amamos, como si la vida fuera de usar subtítulos o luces de neón. No. Más bien es darse cuenta que no existe el mañana. No habrá algún día, el día es hoy. Ama hoy. Es lo único que tienes.

Recuerda: en la primera cita no digas “te amo” pues tu pretendiente pedirá ir al baño y escapará por la ventana. Más bien, apaga el celular y disfruta de su mirada y de lo que te dice. Eso es todo.

Y luego de mi aporte social en pro de relaciones más fluidas y luminosas, vuelvo con Never Let Me Go: ¿Qué nos hace humanos? ¿Tener un cuerpo perfecto o más bien nuestra capacidad de amar? ¿Dónde está nuestra alma? ¿Tenemos alma o más bien somos sólo un amasijo de órganos que piden su dosis de energía diaria para no morir?

Never Let Me Go no pretende golpearnos o aplastarnos, más bien quiere despertarnos: ¡Hijo, vive un poco…! No te comportes como un clon sin alma que se levanta a “hacer lo que tienes que hacer”. Pregúntate más bien: ¿Qué es lo que quiero? ¿Qué obra quiero hacer? ¿A quién amo?

Las personas te recordarán por el amor que diste y por la obra que dejaste no por las horas extras en la oficina. Bájate del carro con el que te distraes, da unos pasos como el ser humano que eres y grita. Grita que ya no soportas más. Luego respira y vuelve a organizar tu lista de prioridades. Ah y cuando pienses en mí por favor “Never Let Me Go”.

domingo, 14 de mayo de 2017

River: Bienaventurados los locos que no necesitan ser redimidos



Por @Joaquin_Pereira

Nosotros somos al mismo tiempo nuestro juez más despiadado y nuestro mejor abogado defensor, porque no podemos escondernos de nosotros mismos pese a las técnicas evasivas que utilizamos para huir del espejo. Ese juez y ese abogado son las voces internas que escuchamos a diario y terminan guiando nuestras vidas.

En la serie policíaca inglesa River (2015), su protagonista -interpretado por Stellan Skarsgård- tiene el don o la maldición de ver y escuchar a personas muertas. No queda claro si se trata de fantasmas, delirios o manifestaciones -cómo él las llama-. Eso no importa.


Lo que sí puedo afirmar es que dichas presencias responden a situaciones no resueltas en el personaje generando una presión psíquica que termina materializándose en estos entes que lo atormentan.


Esto produce un efecto en el ambiente de relaciones sociales en las que se ve envuelto tanto a nivel personal como profesional. Uno de los mayores temores que existen es sentirse fuera de la manada, terminar como un paria. River incluso llega a la conclusión de que debe fingir ser “normal” para evitar la agresión de sus congéneres. Pronto se da cuenta de que fingir no le sirve de nada pues es inevitable mostrar lo que somos de verdad.


En una sociedad enferma, no poder encajar más bien es un síntoma de salud que de trastorno. Estamos obsesionados por querer categorizarlo todo. Nos desespera no comprender algo y tratamos de meter la realidad en pequeñas cajas conceptuales que nos permitan al final del día dormir, aunque no soñar.


River es perfecto como es. No tiene que cambiar para que lo quieran. De hecho, quienes lo quieren de verdad lo aman precisamente por sus “locuras”. Como en el tango Balada para un loco de Astor Piazzolla, River nos dice “Quereme así, piantao, piantao, piantao... Trépate a esa ternura de locos que hay en mí, ponete esa peluca de alondras, y ¡volá! ¡Volá conmigo ya! ¡Vení, volá, vení!”.


Sentirse orgullosos de quienes somos es el primer paso para enfrentar a una sociedad que continuamente nos trata de homogenizar, atemorizar y acallar. ¿Hasta cuándo no vamos a entender que las personas son como ríos que no pueden ser controlados so pena de secarse, estancarse o desbordarse? Los ríos deben fluir libres sobre el cauce que le dicta su conciencia y quienes nos maravillamos de su presencia sólo podemos aspirar a acercar nuestros dedos y permitir que sus aguas nos acaricien sin pretender poseerlos.


De eso se da cuenta el personaje de la psícóloga en la serie. No se trata de un simple enamoramiento. No es amor de pareja a lo que aspira. Es más bien Amor con mayúsculas, el genuino deseo de ver bien a River, de que recupere la sonrisa que perdió en la calle donde vio morir a su compañera de rondas.

Sin ánimo de hacer spoiler debo confesar que en el capítulo final de River vi la escena más hermosa que haya visto jamás en programas similares. Eso que algunos piensan que en televisión sólo caben programas basuras es una falacia, esta serie lo demuestra con creces.


Otra cosa que me llamó la atención es la manera en que una aparente simple historia policial se convierte en un portaviones de esas historias cotidianas que todos vivimos o sufrimos y que por “naturales” no les prestamos la suficiente atención: la infidelidad, la inmigración, la soledad en compañía, el desgaste en los matrimonios, el temor a amar…


Definitivamente ver River me reconcilia con mi testaruda y loca manía de escribir historias. Aspiro alguna vez crear una estupenda obra como la que muestra esta serie.


Sí, como me dijera un buen amigo: “Esas son las obras de arte que lo cambian a uno de manera radical y conseguir esa calidad en una serie de televisión yo lo sigo considerando un milagro”. River efectivamente es un milagro: “Bienaventurados los locos que no necesitan ser redimidos, todo lo contrario”.

jueves, 11 de mayo de 2017

London Spy: El amor verdadero existe



Por @Joaquin_Pereira

Soy un romántico empedernido, lo confieso. Me enamoran los personajes quijotescos que no dejan de luchar por el amor de su vida cuando tienen la gracia de encontrarlo -pese a tener el viento en contra e incluso después de la muerte-. Y si esta historia de amor está escrita de forma inteligente y mostrada con imágenes sublimes termino enganchado para siempre.

Eso me pasó con la serie de televisión británica London Spy (2015), escrita por el novelista Tom Rob Smith y acreedora del premio a la Mejor Fotografía e Iluminación en los BAFTA TV Craft Award. 

Una mañana Danny -un desastre ambulante con una vida de excesos- se tropieza con Alex -un genio hipercontrolador pero inexperto en relaciones de pareja-. Danny siempre ha esperado este encuentro, Alex no cree en las almas gemelas. Danny no para de buscar a Alex luego de su fugaz primer encuentro; Alex se arriesga a cruzar su burbuja para terminar atrapado en su propia trampa a causa del amor por Danny. 

En una sociedad que ya no cree en nada, de seres solitarios en ciudades superpobladas, donde la norma parece ser “usar, botar y por el siguiente”, encontrar a dos seres que son capaces de sacrificarlo todo por seguir a su corazón me conmueve hasta el tuétano. 

Sí, London Spy es una historia romántica gay, pero más que regodearse en los estereotipos manidos de otras producciones, logra desnudar el alma de los seres que encuentran el amor en alguien de su mismo género. Aparte de Danny y Alex la serie muestra a Scottie, un autodenominado marica-viejo, que se convierte en el sabio que ayuda a Danny a atravesar el infierno tras la pérdida de Alex.

A Scottie no se le hizo nada fácil ser gay, terminando sus días con una severa depresión crónica. Le tocó la época en la que vio morir a sus amigos de una plaga desconocida y que años después los científicos llamarían Sida. Demostrar con gestos públicos su atracción por otro hombre lo execraba de la sociedad y de hecho le costó su empleo: “El lugar donde a nadie importa. De joven pasé mucho tiempo buscándolo y me prometí que si lo encontraba, si existía, ahí es donde haría mi hogar”, le confesó Scottie a Danny. Nunca lo consiguió.   

Luego de ver London Spy borré de mi disco duro a personajes románticos como Tristán, Romeo o Cirano… Danny les lleva una morena. Así resume su relación con Alex: “Mientras otras personas estaban riendo o bebiendo, este hombre sólo caminaba. Hasta que llegó al mismo lugar donde se sentó, de espaldas a toda esa gente. Y mientras lo hacía todo para indicar al mundo que quería que lo dejasen en paz, más que nada esperaba que alguien que pasara entendiese que lo que quería de verdad era justo lo contrario. Y que ese alguien se sentase a su lado e iniciase una conversación. Yo era ese hombre”.

Me siento identificado con el personaje de Danny en múltiples aspectos. Además de que ambos fumamos como put… y que somos capaces de luchar contra molinos de viento cuando encontramos a nuestro Dulcineo, comparto el no dejarme vencer incluso cuando la muerte llega. 

En una oportunidad llegué a conmoverme con la historia del asesinato de un colega periodista de República Dominicana. Nunca lo conocí personalmente, de hecho la primera vez que supe de él fue cuando se publicó la noticia de su muerte. Por un año estuve tuiteando un recordatorio a su memoria cada viernes; me comprometí con ese ser a que su vida no terminaría sólo entre las páginas de sucesos. No es que me enamoré de un muerto sino que no me resigné ante una sociedad que convierte en cotilleo barato el asesinado de un gay.  

Es inevitable, hay personas que cuando las conoces ya no puedes mirar a otras sin comprarlos con ellas. Eso también pasa con los libros y con las producciones audiovisuales. Después de London Spy me costará disfrutar de cualquier gringada que me muestre DirecTV. Definitivamente hay que voltear los ojos a Europa donde se está haciendo muy buena televisión. 

Sí, me va a costar superar el impacto que me generó London Spy. Como Danny todos merecen encontrar a ese alguien que sepa ver en sus ojos su verdadero estado y que su solo encuentro haga que todo termine estando bien.