lunes, 27 de febrero de 2017

La La Land: un antiácido para los críticos


Por @Joaquin_Pereira

He visto La La Land(2016) en el cine una docena de veces. Debe ser porque ha sido uno de los años más retadores de mi vida y necesitaba una buena dosis de “azúcar” cinematográfica. 

No me sorprende que muchos críticos tengan aprensión de ver esta cinta pues posee dos características que los espanta como el ajo a los vampiros: es un musical y en el colmo de la irreverencia intelectual es una historia de amor.  

Parece que comparten el pensamiento de Ernest Hemingway: «La felicidad es la cosa más rara que conozco en la gente inteligente». 
¿Será que su director, Damien Chazelle, quiso compensar la acidez de Whiplash(2014) con un film aparentemente más dulce?

Y qué otra cosa buscamos al escabullirnos en una sala oscura por dos horas si no es para que nos entusiasmen a seguir a adelante construyendo nuestros sueños. Por estos días me he sorprendido a mí mismo silbando la banda sonora de la película y confieso que con gusto haría el tour por los lugares que recorrieron la Mía de Emma Stone y el Sebastian de Ryan Gosling. 

En una época donde las películas más taquilleras gastan millones de dólares para explotar ciudades en la pantalla o generar luchas entre ejércitos de mutantes, que una cinta menos “The Avengers” haya arrasado con la temporada de premios es un aire de esperanza para el tipo de cintas que podremos ver en un futuro.

Cuántos directores ganarán el Oscar en años venideros y confesarán que al esconder su acné adolescente en una sala de cine descubrieron su vocación viendo La La Land.

Pero no voy a eludir más el tema, la cinta es una historia de amor: de las que funcionan, de las que se enfrían, de las que fracasan y de las que se reencuentran. Sobre todo trata de las parejas que se acercan para inspirarse, para obligarse mutuamente a llevar adelante el próximo paso en el camino de sus sueños cuando casi tiraban la toalla.

Podrás tener media docena de parejas “de pantuflas y pijama” pero sólo tendrás una que ames para siempre, como le dice Mía a Seb frente al observatorio Griffith luego del casting que disparó su carrera como actriz. 

Algunos los llaman karma mates, esas parejas que más que calentarte los pies en las noches frías te encienden las ganas de levantarte por la mañana. Y no lo dudes, si estás en medio de una cena de negocios con tu pareja y una música de ambiente hace que tu corazón quiera ir de “research” a la sala de un cine para darle un beso a tu verdadero amor, pide disculpas y sal corriendo. Tu felicidad inspirará a un mundo encerrado cada vez más en sus muros egoicos. 

En los premios Bafta Stone obtuvo su estatuilla como mejor actriz y comentó que agradeció formar parte de una cinta que logró atravesar fronteras en una época marcada por los muros y que de seguro hizo sentirse menos solas a quien pudieron verla. Así es Emma, cada vez que me sienta solo voy a ver La La Land, gracias.
        

viernes, 17 de febrero de 2017

Nocturnal Animals: atravesando el infierno con la escritura


Por @Joaquin_Pereira

Los escritores comenzamos nuestro camino de creación confiando en que nuestra vocación es un barco fuerte que nos llevará siempre a buen puerto. No nos asustan las críticas mordaces de nuestros colegas, de hecho nos entusiasman. 
Pero la tormenta surge dentro del barco, en nuestro camarote, en quienes amamos, y no sabemos entonces hacia dónde dirigirnos. Si nos aferramos a los restos del navío de seguro sucumbiremos a la locura. 
Sólo queda una acción: saltar al mar -¿al mal?- y confiar en nuestros músculos para no ahogarnos. Sólo nos queda confiar en nuestra escritura.
Eso le ocurre a Tony Hastings, interpretado por Jake Gyllenhaal, en Nocturnal Animals (2016). La fuerza de la venganza fue el combustible que lo mantuvo a flote luego que Susan Morrow, encarnada por Amy Adams,  lo dejara devastado no sólo en su ego de escritor sino ante la confianza en el valor de la vida. 
Esta es la segunda película protagonizada por Adams donde he escuchado a los asistentes pedir que le devuelvan la entrada porque no entendieron el final, mientras que yo sonrío al reconciliarme con el séptimo arte luego de consumir tanto cliché refrito. La anterior fue Arrival (2016), una aparente historia sobre extraterrestres que en realidad trata sobre el lenguaje: amé saber que el portugués se originó en Galicia y era considerado una obra de arte.
Pero volviendo a Nocturnal Animals, creo que la cinta dirigida por Tom Ford es una metáfora de la inocencia como oxígeno que hace respirable un mundo terrible.  Si se subestima terminamos atrapados en un aparente éxito pero sin sentido. 
Inevitablemente en ocasiones vivimos experiencias devastadoras que nos hacen pensar en desechar la inocencia de escribir con el corazón. Nada más equivocado: cuando todo a nuestro alrededor sucumbe en la oscuridad, cuando nos sentimos abandonados e incomprendidos, la escritura está allí, inocente, dispuesta a rescatarnos. Siempre. 
“Sólo tu obra te salva”, les repito hasta el cansancio a los participantes de mi taller de escritura. Y no es una frase edulcorada. Ha sido una comprobación que me ha ayudado a sobrevivir a los fantasmas de la muerte, el abandono y el desamor. 
Aunque este año la academia haya olvidado nuevamente a Gyllenhaal y a Adams, compensa el acierto de nominar a Michael Shannon como actor de reparto en Nocturnal Animals. Bobby Andes, el personaje que interpreta Shannon, es uno de esos que todo escritor desearía construir: humano al atravesar los múltiples matices de grises que existen entre el bien y el mal.
Dejemos de esperar el reconocimiento, dejemos de esperar la aprobación de los demás. Confiemos en ser los escritores esos animales nocturnos que de tanto oficio alguna vez nos salga algún Bobby Andes de entre tanto tachones y borradores. Quizás.