jueves, 18 de enero de 2018

Olive Kitteridge: Mirando de frente a la depresión


Por @Joaquin_Pereira

Vivimos en una sociedad que ha generado sistemas de “distracción masiva” que nos evitan enfrentarnos adecuadamente con el dolor y la tristeza: la televisión, las redes sociales, el sexo, el dinero, las drogas,… Vivimos la mayoría del tiempo en “modo zombi”, desconectados de lo que sentimos por terror a no ser capaces de soportarlo y colapsar.

Justo en los días al final de un año y comienzo de uno nuevo, cuando los niveles de depresión aumentan, vi una serie corta -de sólo cuatro capítulos- de la cadena HBO titulada Olive Kitterdge (2014), que trata precisamente el tema de la depresión.

La serie es escrita por Jane Anderson y dirigida por Lisa Cholodenko; cuenta entre sus productores con Tom Hanks y es protagonizada por la actriz Frances McDormand - Óscar a la mejor actriz por Fargo (1996), Premio Tony a la mejor actriz por la producción de Broadway Good People (2011) y Primetime Emmy a la mejor actriz por Olive Kitteridge

La historia trata sobre la vida de una maestra que generó una particular personalidad misántropa –desprecio general por la humanidad- quizás principalmente por ser hija de un hombre que se suicidó y que creció con el estigma de ser propensa a la depresión.

Debo confesar que durante años he tenido que lidiar con lo que llamo “depresión soterrada”, una especie de tristeza que me ha alejado –para bien y para mal- de lo que se supone debe hacer un hombre en esta sociedad. Es por eso que por ejemplo a la hora de elegir un trabajo no encajo con horarios estrictos y escojo aquel que me dé la mayor libertad posible: periodista, fotógrafo, escritor y profesor. Tengo la necesidad de procesar de manera más lenta mis emociones y no soporto el ritmo de vida acelerado que lleva la sociedad actual. Paradójicamente esta “depresión soterrada” me ha ayudado a convertirme en motivador de creadores, tanto en las letras como en la fotografía. Incluso en una oportunidad una de mis talleristas me dijo que gracias a mi taller había superado el deseo de suicidarse. 

Durante 2016 y 2017 mi vida sufrió embates por varios frentes que hicieron que enfrentara inevitablemente ese “hueco negro” –y peor en las mañanas- de la depresión: mi padre biológico –que nunca estuvo conmigo- murió de cáncer, mi pareja de 7 años decidió irse del país y terminar con la relación, mi madre comenzó su espiral descendente en el Alzheimer –con picos de carácter violento-, tuve que desprenderme de mis mascotas poniéndolas en resguardo en albergues y para colmo Venezuela sufrió la mayor presión inflacionaria y política de las últimas décadas. Todo junto, al mismo tiempo, no tuve escapatoria. Yo que me jactaba de tomar sólo aspirinas cuando algún resfrío quería acercarse, tuve que aferrarme a la nicótica y a los ansiolíticos –aparte de la cafeína- para manejar mi estadio de ánimo.

::: Cuidado siguen spoilers :::

Debo advertir que lo que mencionaré a continuación incluye spoilers –anticipos de la historia-, así que aconsejo dejar su lectura en este punto y regresar luego de haber disfrutado esta obra de arte de la televisión. 

La serie Olive Kitteridge inicia con la protagonista preparando un particular picnic en el que pretende poner fin a su vida -o por lo menos salir de este mundo-, para luego pasar a un flashback de 25 años. 

En cuatro capítulos veremos a la protagonista enfrentarse a la muerte de aquellos a los que más ama. Particularmente me conmovió el romántico affaire que tuvo con un colega mientras estaba casada: sólo se intercambiaban poemas en los corredores y lo más cercano físicamente que estuvieron fue compartir un cigarrillo, pero su amor fue intenso. 

Cada uno de los comentarios sarcásticos de Olive Kitteridge sobre lo estúpido que resultan ser la mayoría de las personas me parecieron geniales y me sentí gratamente congraciado al escucharlos. En uno de ellos llega a afirmar que la depresión es síntoma de personas inteligentes, idea que comparto.

Al avanzar cada capítulo temía que se acercara el final del flashback para ver si por fin Olive Kitteridge se pegaba un tiro. Al final no lo hizo llegando a decir en el último diálogo de la serie algo que resume la forma como he lidiado con mi propio proceso de depresión: “Este mundo me desconcierta. Aún no quiero abandonarlo”.

Cada vez que la vida me coloca en una situación extrema o que sobrepasa mis capacidades de adaptación pensar en que soy escritor y que puedo transmutar todo ese dolor o miedo en parte de mi obra me saca del hoyo. De hecho hay una frase que seguro terminará siendo mi epitafio y que se la repito a mis alumnos cada vez que puedo: “Sólo tu obra te salva”.

Tus padres o parejas te pueden abandonar, puedes o no tener dinero o éxito, aquello que más amas puede alejarse incluso definitivamente, pero lo que nunca se irá de tu vida y con lo que siempre podrás contar es con tu obra. 

Puedes usar todas las muletas que necesites que te sostengan cuando estás deprimido: medicamentos, grupos de apoyo, lecturas, terapias, escritura de un diario… pero lo que puedo decirte es que lo único que me ha ayudado a vivir con la depresión y exorcizarla es verla de frente y decirle “te acepto, acepto que estoy triste, acepto que todo esto me ha dolido, no huyo más de ti”, desde ese momento el regalo oculto detrás de la depresión te es revelado: eres un ser humano, no eres una máquina construida en serie, estás vivo. La depresión una vez aceptada te conecta más profundamente con la vida. Te invito a mirarla de frente como siempre lo hizo el personaje de Olive Kitteridge.

::: Coleccionando créditos creativos :::

Antes de terminar esta especie de crónica les tengo una confesión más para bajarle un poco el tono dramático de la misma. Ésta es: además de coleccionar epígrafes de los libros que leo algo que siempre me ha gustado es coleccionar presentación de créditos creativos de series y películas. Uno de estos es el de la miniserie Olive Kitteridge: me encantó notar con cada capítulo que la cortina de presentación me revelaba pequeñas claves que terminarían dándole sentido a la historia. Y para ti, ¿cuál ha sido la presentación de créditos de un video que más te ha gustado? Y ahora que he logrado relajarte un poco, una última pregunta: ¿cuándo y dónde tendrás una cita con tu tristeza para reconciliarte con ella? Yo ya escogí el lugar: Finisterre, en Galicia, España, a 77 km de Santiago de Compostela.  

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