martes, 21 de agosto de 2018

Daybreak: Cuando nuestra pirámide de Maslow se tambalea




Por @Joaquin_Pereira

De los 17 a los 22 años pasaba mis días entre la Universidad Simón Bolívar –en mis estudios de Ingeniería en Computación-, y la sede de un grupo juvenil que formamos en El Hatillo, donde estaba mi casa. Se podría decir que no necesitaba nada para ser feliz: tenía un techo seguro, recibía educación de alto nivel y me sentía motivado colaborando con un grupo de amigos. Mi pirámide de Maslow estaba integrada y sin fisuras. 

Con el pasar de los años y el advenimiento de la dictadura chavista en Venezuela, ese paraíso en el que vivía se fue desmoronando. Ahora me encuentro en Madrid luego de que me obligaran a quemar los puentes de retorno a mi país y tratando de llegar a fin de mes con el recurso suficiente para pagar mi piso. En los primeros meses he tenido que recurrir a la ayuda de amigos y familiares para que me apoyaran en esto. Para el momento en el que escribo esta reseña ya he captado algunos clientes dentro de los servicios que comúnmente ofrezco: taller de escritura, asesoría de redacción, corrección de textos y manejo de redes sociales. Aún no logro estabilizarme del todo y mi pirámide de Maslow sigue tambaleándose. 

En los días de mayor angustia me he sentido como la protagonista de la cinta Daybreak (Albania, 2017), del director Gentian Koçi. Se trata de una madre que es expulsada de su casa por no poder pagar el alquiler y tiene que emplearse como cuidadora de una anciana moribunda para poder tener un techo donde vivir. 

El temor de terminar en la calle despierta en el ser humano todo lo de animal que sobrevive en nuestra corteza cerebral. Podemos hasta pensar en hacer cualquier locura para que esto no ocurra. Esto fue lo que le sucedió a la protagonista de la película a la que hago referencia.

De las sensaciones más angustiantes que pueden vivir un ser humano está la de tener sólo horas para pagar el alquiler de su habitación. Desde mi llegada a Madrid he tenido que vivir esta experiencia varias veces y no se lo deseo a nadie. 
No es sólo el terror de pasar la noche en la intemperie. Es la sensación de frustración que se siente lo que es lo más terrible, al saber que deberíamos estar dedicados a trabajar en nuestros proyectos personales y en nuestra obra y no podemos por la urgencia de la situación.

Pasado el susto nos queda un mal sabor en la boca y una necesidad imperiosa de que eso no nos vuelva a ocurrir. 

Cada primero de mes en Madrid con el piso pagado me alejo de cometer una locura similar a la que ocurre en Daybreak, pero para estar prevenidos voy a tomar un curso por YouTube de albañilería. Vean la película y entenderán el porqué.  


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