jueves, 8 de diciembre de 2016

El Inca, una grata sorpresa en el cine venezolano


Por @Joaquin_Pereira

Confieso que felizmente me equivoqué. Tenía cierta reticencia sobre la película El Inca cuando la vi en cartelera en los cines de Caracas: siempre me ha parecido morboso ver una historia basada en un asesinato y aún tengo prejuicios sobre el cine venezolano pese a la calidad que he observado en las últimas producciones locales. La cinta muestra el auge y la caída del boxeador venezolano Edwin Valero, quien luego de una brillante carrera se suicida en la cárcel luego de haber asesinado a su esposa.
Pero gratamente la película es estupenda. Principalmente por la excelente interpretación del actor Alexander Leterni quien como un camaleón se transformó para encarnar al venático pugilista. Las escenas fueron muy cuidadas para no mostrar una violencia gratuita sino más bien proyectar una tensión en el espectador basada en la capacidad actoral de la pareja protagónica. La actuación de Scarlet Jaimes como Joselin, la esposa de Valero, es impecable, llegando incluso a robarle por momentos el peso de la historia a Leterni. 
Merece una mención especial la actuación del actor Miguel Ferrari –Ganador del Goya 2014 por Azul y no tan rosa- interpretando al primer entrenador de Valero. Si me pusieran a escoger a un padre de película escogería al personaje encarnado por Ferrari en El Inca,  rotundo, cálido, enternecedor. 
El día en que vi esta película, al encenderse las luces de la sala, recibí la grata sorpresa de toparme con sus actores principales Alexander Leterni y Scarlet Jaimes. Les comentaban a los asistentes que era importante darle promoción a la cinta porque las salas tendían a sacar de cartelera las propuestas venezolanas si no tenían la acogida del público. 
Una tarea ardua la de educar el paladar visual del espectador venezolano, acostumbrado a películas de acción tipo Avengers, para que apuesten por el cine local. Creo que la clave está en el apoyo de las salas de exposición para no descartarlas tan rápido y en una promoción intensa antes del estreno. 
En Venezuela se está haciendo un muy buen cine y El Inca, producida por Pa los Panas Producciones y dirigida por Ignacio Castillo Cottin, es prueba de ello.

miércoles, 2 de marzo de 2016

El Oscar premió la resiliencia en 2016





La mayoría de las películas nominadas y premiadas en el Óscar 2016 tiene un elemento en común: la resiliencia. Esa palabra esquiva que parece el híbrido entre resistencia y flexibilidad pareciera ser la última carta a usar en momentos turbulentos y ha venido permeando los diversos espacios sociales: ha pasado de la órbita personal y familiar a formar parte de las estrategias gerenciales de las organizaciones y empresas.
Un oso, un cuarto, un desierto pos apocalíptico, un silencio del poder religioso, una familia castradora,… todos estos ejercieron una agresión psicológica extrema a los protagonistas de las historias que conmovieron a la La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos para la entrega de su estatuilla dorada en su edición 88.
Se entiende por resiliencia la capacidad de los seres vivos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas llegando a salir fortalecidos luego de la experiencia.
Así fue como vimos a un barbudo Leonardo Di Caprio sobrevivir al ataque de un oso en The revenant (2015) para llevarse su añorado Oscar como mejor actor, luego de una intensa campaña vía redes sociales que lo aclamaban con una avalancha de tuits y post.
Por su parte, Brie Larson tuvo que escapar de un cautiverio de 7 años en un pequeño cuarto en Room (2015) para alzarse con la estatuilla por mejor actriz.
Si había que premiar a la resistencia del ser humano frente a la adversidad, es justo que quien se llevara la mayor cantidad de premios -6 estatuillas doradas- fuera precisamente la cinta que presentara la mayor desolación posible:  Mad Max: Fury Road (2015).
Para culminar la noche más esperada de la meca del cine, el premio a mejor película fue para una historia que muestra la tenacidad de un grupo de periodistas que nadando contra la corriente sacan a la luz el lado oscuro de la iglesia católica referente a los casos de pederastia que escondía bajo sus sotanas: Spotlight (2015).

Pero no quería terminar este breve listado de películas que tratan sobre la resiliencia sin dejar de mencionar a Joy (2015), protagonizada por Jennifer Lawrence, cuyo trabajo le valió la nominación como mejor actriz, y en la que también trabaja el venezolano Édgar Ramírez.
En la historia hay una escena que me llamó mucho la atención. En ella se observa a la protagonista leyéndole un libro a su hija, el cual trata el tema de las cigarras que según el mismo pueden estar en estado de latencia por 17 años para luego retomar su vida sin inconvenientes. Esa cifra le parecía extraña al personaje por no ser un número comúnmente relacionados con ciclos -5, 7 o 10- y coincidía con los años que habían trascurrido en la vida de Joy desde que abandonó sus sueños para mantener a su familia.
Digo que la escena me llamó la atención porque precisamente Venezuela ha pasado 17 años como esas cigarras que se mencionan en la película, dormida en su potencial dentro de lo que se ha autodenominado Socialismo del siglo XXI.
Como Joy Venezuela es atacada por diversas fuerzas que apuestan por su debacle. Estoy seguro que como la protagonista de la película los venezolanos despertarán en el último momento frente al abismo y retomarán la senda de un futuro glorioso al cual están destinados.
La clave nos la da Joy: nunca darse por vencidos y en estar conscientes de la debilidad moral de quienes momentáneamente nos controlan. Conciencia es poder.
Hay un diálogo muy significativo en la película entre Robert De Niro y Jennifer Lawrence donde se observa el terrible poder que tienen las palabras para intentar quebrar las alas de una persona: El padre de Joy –De Niro- menciona al grupo familiar tras un revés de la chica que el problema fue haberla dejado pensar que podría llegar a ser alguien importante algún día, se recriminaba no haberla hecho despertar a tiempo aceptando su mediocridad. 
Hay que tener mucho cuidado con los metamensajes que recibimos de nuestro entorno pues podrían herirnos de muerte en nuestros más queridos proyectos. La clave para evitar sus dardos envenenados es una combinación entre auto estima y terquedad para persistir en la realización de nuestros sueños. Podemos pensar lo que queramos: somos libres.
La resiliencia cuando se practica es el mejor premio que podamos recibir pues quien lo otorga es la persona más importante del mundo para nuestras vidas, nosotros mismos. No hay gratificación mayor que saberse capaz de superar cualquier adversidad.

martes, 5 de enero de 2016

La fuente de asombro se renueva: Star Wars VII The Force Awakens



La séptima entrega de la saga Star Wars -The Force Awakens, La Fuerza Despierta- ha logrado un milagro en la opinión pública: en las reuniones familiares o de amigos ya no se habla sólo de política, de economía o de sucesos sangrientos; todos hablamos de R2-D2, BB-8, Han Solo, la princesa Leia, Chewbacca, Luke Skywalker… todos volvimos a ser niños.
“Es bueno renovar las fuentes de asombro, dice el filósofo. Los viajes intersiderales nos han convertido de nuevo en niños”, afirmó el maestro de la ciencia ficción Ray Bradbury en sus Crónicas marcianas. Y es que después de tanta inflación, corrupción y ataques terroristas, la humanidad necesitaba un respiro para volver a ver hacia las estrellas.
Cuando el dinero no libera, el sexo aburre y la muerte no transforma, sólo nos queda soñar, volver a recordar los mitos primigenios para retomar el rumbo. Ya lo advierte en la cinta Maz Kanata – esa especie de versión femenina de Yoda-: hemos estado por mucho tiempo corriendo la arruga de la batalla que debemos finalmente enfrentar, debemos volver a casa para librar nuestra batalla personal entre la luz y la oscuridad.
Desde su estreno he visto la película varias veces –en sus formatos 2D, 3D y 4D-, y en todas he notado algo, las personas ríen, sufren y se asombran con las mismas secuencias. Esto me hace pensar que somos en realidad una sola entidad emocional que ocupamos temporalmente diversos cuerpos. La historia logra tocar una fibra ancestral que se mantiene latente y que es activada periódicamente para recordarnos nuestro luminoso destino.
En una ocasión detrás de mí estaba una pareja con su hija pequeña: el hombre se notaba que era un fan de la saga pues contestaba acertadamente a las continuas interrogantes de la niña y corregía las equivocaciones de su esposa. El pater familias recobraba su papel atávico frente a la moderna fogata a la que acudimos a escuchar historias: corregir y enseñar, ese es su papel. Estoy seguro que ese padre durmió más profundamente esa noche luego de ver la cinta, como cuando se cierra un círculo de nuestra gestal psicológica que estaba abierto por un tiempo prolongado.
Pero si nos seduce reconocer que formamos parte de una fuerza dual que amerita encontrar el equilibrio, hay otro aspecto de la película que nos afecta aún más: la tensión psicológica con nuestro padre y la necesidad que tenemos de “matarlo” simbólicamente para que nuestra psique alcance nuestra autonomía.
Hace 38 años nos estremecimos cuando Darth Vader le dijo a Luke Skywalker: “Yo soy tu padre”. Hoy volvemos a conmovernos cuando Kylo Ren le pide ayuda a Han Solo para seguir el camino que se ha trazado en su lucha personal contra el lado oscuro de la fuerza.
Y mientras esos dramas se desarrollan en la pantalla, en nuestra alma algo hace click; se despierta el trauma primordial de nuestra infancia para confrontarlo nuevamente y decidir si queremos seguir adelante sin miedo a la luz o permanecemos atemorizados presos de nuestra propia oscuridad.
Como instructor de un taller de escritura creativa por siete años lo que más me impresiona es notar como una historia tiene el poder de trascender barreras generacionales y alimentar la flama vital que nos invita a asombrarnos nuevamente pese al somnífero abrumador del consumo y el descarte. Star Wars ha vuelto, la fuerza ha despertado.