miércoles, 28 de junio de 2017

Miss Violence: el grito como opción al suicidio






Por @Joaquin_Pereira

“Por el camino entramos encubierto
mi guía y yo, buscando el claro mundo;
y, sin querer descanso, a descubierto
subimos, él primero y yo segundo;
y entonces pude ver las cosas bellas
que el cielo da, por un hueco rotundo
y otra vez contemplamos las estrellas”.
Divina Comedia, por Dante Alighieri
Canto XXXIV – final del Infierno

Toco el timbre. El porche de la casa está impecable, las paredes blanquísimas, las baldosas del piso recientemente colocadas. Abre la puerta y me extiende su mano en muestra de saludo. La tomo y me estremezco: son sólo huesos cubiertos con un pergamino seco y arrugado. Esa mano ya no tiene vida. Esa mano me perseguirá durante años como una pesadilla recurrente. Hasta hoy.

Fui a su casa porque días atrás me escuchó en la plaza del pueblo comentarles a unos amigos que ese mes iniciaba clases en la Universidad Simón Bolívar. Se acercó y me ofreció regalarme un libro de matemáticas.

Le agradecí el obsequio y me marché con una angustia en el pecho que no sabía identificar a qué se debía. Entonces no sabía que era ser empático y lo ejercía sin licencia. 

Días después lo observé entrar en la iglesia con una amiga de su edad. No sé cómo llegué a estar cerca de ella cuando le comentaba a otra señora que estaba llevando a su amigo a misa porque llevaba tiempo sin poder conciliar el sueño, perseguido por extrañas voces en su mente.

Ni la casa recientemente acondicionada y perfecta, ni las oraciones en la misa dominical lo ayudaron. Se suicidó. 

Y el libro de matemáticas que me regaló antes de morir para mí ha significado una especie de maldición que me persigue. Pareciera como que me entregó un mensaje oscuro: “No importa lo que hagas ni las vueltas que le des para escabullirte. Tú también te vas a suicidar como yo tarde o temprano. No podrás escapar”.

***

Volví a recordar a aquel viejecito que se suicidó cuando apenas yo despertaba a mi vida adulta el día final del Reto 7x7 Circle of Hell, en el que por una semana observé siete historias que parecieron dirigidas por el mismísimo Plutón –para los neófitos de la astrología les digo que este antiguo planeta degradado es el que saca a la luz todos nuestros temores para una vez expuestos trascenderlos.

La película que puso fin a esta experiencia se titula Miss Violence(2013), del director Alexandros Avranas, y es una de las piezas del nuevo cine griego que está marcado por subvertir los convencionalismos.

La cinta inicia con el undécimo cumpleaños de una chica, que luego de bailar el vals con su abuelo decide lanzarse por el balcón. La historia irá develando con pistas dosificadas qué la llevó a tomar esta decisión con una sonrisa en el rostro.

El caso del viejecito de la mano de pergamino no fue el único suicidio cercano que he tenido en mi vida. El padre de un buen amigo, una prima, el hijo de una conocida,… la decisión de desconectar el cable del videojuego que nos conecta con esta vida ha sido una opción que he presenciado varias veces cuando alguien siente que se les ha agotado las opciones.

***

En varias oportunidades he sentido como el agua se acerca a mi cuello mientras mis piernas parecieran ser jaladas por ladrillos amarrados. La opción del suicidio no sólo ha atravesado mi mente varias veces sino que ha sido sugerida por figuras cercanas en las que supuestamente debía confiar.

Cada vez que he pensado en suicidarme recuerdo la mano apergaminada de aquel viejito que mató a las voces que lo atormentaban con un balazo. Y me digo: “No, no lo voy a hacer. No me da la gana. No se lo voy a poner tan fácil a la vida. Si me quiere matar que lo haga ella. Debe haber otra opción”.

***

Buscando resetearme cuando cumplí cuarenta años, decidí recorrer el Camino de Santiago en 2013. Uno de los mayores miedos que quería enfrentar era precisamente el del miedo a la muerte. 

En varios recodos del trayecto me topé con cientos de pequeñas cruces dejadas por los peregrinos. Para no agobiarlos con detalles –les invito a vivir la experiencia- recibí una doble respuesta a mi inquietud: 

“Sí, tu cuerpo inexorablemente morirá pero tú no lo harás, tu seguirás vivo cuando te despojes del vehículo con el que te mueves por este mundo, como si de una camisa vieja se tratara”. 
  
Mi peregrinaje en aquella oportunidad finalizó en la Catedral de Santiago de Compostela. No pude continuar mi caminata como lo deseaba hasta la orilla del mar en Finisterre para quemar las ropas usadas durante el trayecto,  porque mi vuelo partía el día siguiente. Desde entonces se dónde me gustaría suicidarme. 

***

En los últimos años Venezuela atraviesa la mayor crisis de su historia, encarnando como si de una obra de teatro se tratase la primera parte de la Divina Comedia de Dante Alighieri: El infierno.

Al igual que en la película Miss Violence, en el país se intenta mantener controlados a sus habitantes a través del acceso a los alimentos y bienes básicos de subsistencia. 

Varias voces insisten en que me vaya, que me convierta en un extranjero, en una especie de zombi sin alma, que aquí ya no hay vida para mí. Lo siento como una invitación al suicidio: ¿O acaso no es eso alejarse de lo que más amas? 

No, no voy huir ni de mi vida ni de mi país. Mi suicidio será en Finisterre, eso ya lo he decidido. La fecha en que me mudaré de país o de planeta la pongo yo.

***

¿Entonces cuál es la opción al suicidio? Como periodista sé que hay una sola: el grito. Sí, como él título de aquellas cuatro pinturas de Edvard Munch. Tanto en tu vida personal o como ciudadano de un país la única opción al suicidio y a la espiral del silencio es el grito.

Las feministas tenían razón: Lo privado debe ser público. La única forma de que tus tragedias no te ahoguen dentro de casa es abrir la puerta para que entre el aire. Ese fue el error de las víctimas en la película Miss Violence: dejar la puerta cerrada.

Darte cuenta que no eres un bicho raro y que lo que te sucede le ha pasado a miles antes que a ti, incluso cosas peores, te puede ayudar a reubicar tus referencias y ayudarte a sortear los escollos con la esperanza de que la marea baje y puedas desatar los ladrillos que has amarrado a tus piernas.

El grito. Expresarle al mundo que ya no soportas más la presión es la única opción que veo al suicidio, ese silencio definitivo.

Como escritor tengo la fortuna de poder sacar a los monstruos que como aliens se encuban en mi interior para observarlos a distancia en un papel. Es mi particular forma de gritarle al mundo que no pudo conmigo. Cada historia que escribo es, al final del día, un suicidio postergado.


Post crónica

  • Se han observado comportamientos suicidas en Salmonella que, en un intento de vencer a las bacterias rivales, activa una respuesta inmunitaria que también acaba con una parte de ellas.
  • Las hormigas Forelius pusillus también llevan a cabo una defensa suicida: cada tarde, un pequeño grupo de hormigas abandona la seguridad del nido y cierra la entrada desde afuera.
  • Ciertos tipos de parásitos inducen cambios o incluso comportamientos suicidas en sus huéspedes.
  • Cuando es amenazado por un coccinélido, el Acyrthosiphon pisum puede explotar, esparciendo y protegiendo a otros de su misma especie y, algunas veces, matando al depredador.
  • Ciertas especies de termitas también explotan, produciendo una secreción pegajosa a manera de defensa.



***


  • Algunos puntos de referencia se han hecho conocidos para sus altos niveles de intentos de suicidio. Estos incluyen: el metro de Londres, el puente Nusle de Praga, el cabo Beachy de Eastbourne, el viaducto Principe Edward de Toronto, el Salto de Tequendama en Colombia, The Gap en Sídney, las cataratas del Niágara, el puente Golden Gate en San Francisco, el puente de Nankín sobre el río Yangtsé, un peñón conocido como la Piedra Feliz de Valparaíso177 y el monte Mihara en Izu ?shima.
  • Para el 2010, el puente Golden Gate sumaba más de 1300 muertes por suicidio desde su construcción en 1937.
  • En otros lugares se han construido barreras para evitar los suicidios, por ejemplo, la Torre Eiffel de París, el Empire State de Nueva York o el puente de la bahía de Sídney.



Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Suicidio

 El grito -- Edvard Munch

martes, 27 de junio de 2017

Filth: En la vida y en el cine se aplican las mismas reglas





Por @Joaquin_Pereira

“Quebrantó el alto sueño de mi mente
un grave trueno, y vime recobrado
como aquel que despiertan bruscamente;
volvime en torno con mirar pausado
y, puesto en pie, con la mirada atenta,
quise saber a dónde había llegado”.
Divina Comedia, de Dante Alighieri.
Infierno – Canto IV

Esta noche continúo con el reto 7x7 en el que antes de acostarme veo una película que han escogido para mí y de la cual debo escribir una crónica el día siguiente. Esta semana la hemos titulado el Círculo del Infierno, pues las cintas no son las comunes que vemos en las salas de cine que ordeñan al rebaño comedor de cotufas; se tratan de historias que te tambalean pues explotan cualquier burbuja de protección ilusoria que hayas usado para que el mundo no te asuste demasiado. 

Hoy al contrario de los días anteriores estoy muy agotado y mis ojos se cierran involuntariamente. Pero no me dejo arrinconar por el sueño y toco el botón de play. Una nueva dosis de infierno en 3… 2… 1… 

Lo primero que me llama la atención es una escena irónica en la que el protagonista camina por una calle y desarrolla un monólogo interior sobre las bondades de Escocia mientras lo que muestra en pantalla es a un patético grupo familiar: la adolescente embarazada fumando, la madre gorda atragantándose con un sándwich y el padre alcohólico.

Correcto. La película tiene un fuerte tono irónico. Tomo nota, cabeceo un par de veces pero sigo adelante.

Pasamos al interior de un edificio. Se trata de una reunión donde se discute un caso de asesinato. Entonces nuestro protagonista es investigador de la policía. Correcto. Tomo nota. El monólogo interno continúa:

“Los juegos siempre se repiten, siempre se están jugando, pero nadie los juega como yo, el detective sargento Bruce Robertson; pronto será el detective inspector Bruce Robertson. Sólo tengo que ser el mejor y usualmente lo soy… aplicando las mismas reglas”.


***

Entonces ya no es la sala de reunión de unos investigadores en las que el protagonista describe negativamente a sus compañeros.  Yo estoy en esa sala; se trata de mi Taller de Guiones de Cine. Uno de los talleristas es Bruce Robertson. Mientras dicto la clase puedo escuchar su monólogo interior, ahora refiriéndose a mí:

“¿Qué le queda a un director serio que vive en un país bajo dictadura -donde los medios son comprados por testaferros-, para no caer en el tórrido y oscuro mundo de la propaganda y poder comer?: dar clases de cine creativo. Allí estás Candy-Candy. 

Uno pensaría que las ruedas de prensa de políticos corruptos hablando de socialismo o de beisbolistas que quieren grabar un disco de reggaetón era la quinta paila del infierno y descubres que existe un círculo más profundo y escalofriante: la corrección de cientos de guiones de aspirantes a Orson Welles que no dan pie con bola a la hora de usar el punto y coma o los puntos suspensivos y tiemblan a la hora de colocar correctamente un acento. 
La única forma que te recomiendo para soportarlo es con estratégicas dosis de café y en casos de incoherencias graves apoyarte en la bendita gracia de las bebidas espirituosas. Si no caes en el alcoholismo después de limpiar los textos de chorradas, lugares comunes y cursilerías, podrás seguir creyendo que hacer cine puede aprenderse y no es una característica genética dominante en pocos humanos afortunados. 
Cuidado Candy-Candy, que si el alcohol no te mata podrás sufrir una parálisis facial al escuchar a uno de tus talleristas defender su poca afición a las películas en blanco y negro como si fuera la preservación de su virginidad. 
Creen que dirigir se aprende por generación espontánea: ve a un taller de cine y por ósmosis entrará en tu cerebro las reglas del encuadre, la correcta disposición de los actores y el buen gusto”. 


***

Me despabilo y despierto en la sala de mi apartamento en la que veo la película en mi laptop. Debo haberme perdido partes importantes de la trama porque no entiendo qué es lo que está pasando ahora.

Veo a un actor británico que recuerdo de la serie London Spy –una de mis historias de amor favoritas- interpretando a una especie de psicólogo. Está atendiendo al protagonista Bruce Robertson:

“-Sólo los campeones pueden reescribir la historia ¿no? –dice el doctor.
-Sí –contesta Bruce-, siempre he creído que ganar es lo importante, no el tomar parte.
-¿En quién confiamos Bruce?
- En nadie, claro.
- Ni en tus amigos, ni en tu familia, ni siquiera en ti mismo Bruce. Especialmente no en ti mismo, ¿eh?”. 


***

Cierro los ojos y vuelvo a mi Taller de Guiones de Cine. Bruce sigue pensando en mí. ¿Por qué coño escucho sus pensamientos?:

“Tranquilo Candy-Candy, si tus talleristas no logran crear una escena medianamente decente puede apelar al principal antídoto que salvará su ego de naufragar en la frustración eterna: la crítica. El nivel de producción cinematográfica parece inversamente proporcional a la agudeza para destruir a quienes sí crean; y si el autor criticado es comercial y produce más películas que empanadas en mercado popular, más loable su labor de cortar rabo y oreja con su lengua. 
Llegará el momento que ya no puedan escabullirse tras su cháchara en defensa del reinado de los directores malditos, y para entregar una pauta ante la clase deban realizar una invocación espiritista y hacer que el alma de William Heise los posea. No les bastará crear escenas sin sentido sino hacerlo con tal pomposidad que por lo menos suene a director romántico tuberculoso. 
Y para compensar la falta de sorpresa en las tramas de sus guiones tus talleristas te sorprenderán con cosas como ésta: ¿cómo puedo hacer para registrar mis guiones para que no me los plagien? 
Te recomiendo que les digas: “¡Niño, si alguien te plagia deberías agradecerle al cielo porque en tu posición actual lo que debe preocuparte es que nadie te conozca!”. 


***

Como me pasa comúnmente, siento que caigo sobre el sofá y me despierto angustiado. Casi dejo caer al suelo la laptop. Agarro la historia en la escena donde una compañera investigadora le llama la atención al protagonista: 

“-Como tu colega y como ser humano, te digo Bruce, tienes algunas cosas que resolver. Entonces podrías convertirte en el tipo de persona que pareces imaginarte ser”.

Cabeceo…

“-Solía ser bueno en este trabajo, Amanda. Solía ser una buena persona.
-Sí, lo he oído”.

Cabeceo…

“-Mira, hay algo mal en mí. Hay algo seriamente malo conmigo”.




***

Vuelvo a caer dormido. Vuelvo a mi taller. Bruce sigue pensando en mí: 

“Pero ser profesor de cine creativo tiene sus pequeñas alegrías, no es así, Candy-Candy. Como el de ese estudiante sentado allí, el de la tendencia depresiva que gracias a tu taller no ha intentado suicidarse como antes; o como aquel púber del fondo que se confesó homosexual en medio de una clase dado el poder catártico de la experiencia. 
Puede ser que no logres que tus talleristas mejoren su creatividad; que estos sigan destruyendo a Almodovar sin poder acercarse lejanamente a alguno de sus guiones y ni hablar a su número de espectadores; o lograr que no añores la democracia en la que podía ser un director libre.  
Por lo menos te queda una compensación. Pasado unas semanas de seguro alguno de estos te sorprenderá con un mensaje de texto invitándote a ese tradicional café que sabemos lo que significa”. 


***

Ya no sé si estoy en un sueño o en mi sala viendo una película. Veo a Bruce Robertson hablándome de frente: 

“Tienes que tratar de endurecerte. Cierto, eres un buen tipo, pero eres muy blando. 
La verdad es que la gente se asusta del mundo. Tanto como tú, tengo miedo del mundo. Es sólo que no dejas que la gente lo vea, eso es todo. 
Y eso es lo que los juegos son. No estoy bromeando mi Candy - Candy amigo. Eres mi mejor amigo. Mi único amigo. A veces un malhechor puede mostrarte cuando lo estás haciendo mal”.





A la mañana siguiente

Tuve que volver a ver la película con unas buenas dosis de café negro para verla completa sin que el sueño me jugara una mala pasada y me metiera dentro de la trama. Se trata de Filth (2013), escrito y dirigido por Jon S. Baird, adaptación de la novela del mismo título del escritor Irvine Welsh, el mismo autor de la aplaudida Trainspotting.

Entre tanto bombardeo de mentalidad positiva, liderazgo, resiliencia, competitividad, excelencia…  ver una historia como Filth es una especie de respiro en el camino que nos invita a aceptar nuestro lado oscuro. Podemos darnos unos minutos para no ser perfectos, para cagarla, no pasa nada… Las personas que de verdad nos quieren aceptarán también nuestra inmundicia. Gracias Bruce Robertson.

lunes, 26 de junio de 2017

Hedwig and the Angry Inch: Nuestra mayor herida nos hace brillar


Por @Joaquin_Pereira

“Por mí se va a la ciudad doliente,
por mí se va al eternal dolor,
por mi se va con la perdida gente.
Fue la justicia quien movió a mi autor.
El divino poder se unió al crearme
con el sumo saber y el premio amor”.
Divina Comedia, de Dante Alighieri.
Infierno –- Canto III


El séptimo círculo del infierno, como se describe en la Divina Comedia de Dante Alighieri, tiene un guardián en jefe muy especial: Quirón. Según la mitología griega es un centauro hijo de Crono y de Fílira, una hija de Océano. Llegó a ser muy sabio en diversas artes y tutor de varios héroes destacados: Aquiles, Asclepio, Jasón, Aristeo y Acteón. Pero Quirón guarda un secreto, oscuro, doloroso: Una herida mortal que no puede sanar.

En Astrología se le ha dado el nombre de Quirón a un asteroide. Según la posición en la que se encuentra en nuestra carta astral al momento de nuestro nacimiento nos señala una herida que nos costará sanar a lo largo de nuestra vida pero que paradójicamente coincide con nuestro mayor talento para brindar a la humanidad.

Si tuviera que escoger algún protagonista de película que simbolice a Quirón escogería al de la cinta Hedwig and the Angry Inch (1998), cuyo guión fue escrito por John Cameron Mitchell y la banda sonora y música dirigida por Stephen Trask.

La vi recientemente como parte del Reto 7x7, versión Circle of Hell: siete películas en una semana que muestran el lado más oscuro de la humanidad. 

El protagonista de esta cinta usa como nombre artístico Hedwig y según explica Mitchell no es una mujer trans, sino un personaje genderqueer: "Es mucho más que una mujer o un hombre".

Para poder escapar del lado comunista de Alemania -cuando un muro dividía a ese país en dos durante la Guerra Fría-, se practicó un cambio de sexo no muy bien logrado, quedando con una cicatriz o protuberancia que lo diferenciaba tanto de hombres como de mujeres. Ese era la herida que no podía curar al igual que la de Quirón.

Fue precisamente por esa herida que en un momento en la fue abandonada por todos decidió colocarse una peluca y convertirse en una estrella punk rock. Impulsada por su herida logró encontrar un talento que la hizo brillar. 

Al inicio de la película Hedwig resume así su tragedia en una canción: “Vengo directamente de la mesa del quirófano, como Lázaro de la fosa. Ahora todo el mundo quiere darme puñaladas y decorarme: Sangre, graffiti, y escupitajos. Enemigos y adversarios intentan derribarme”.

Pero el camino que lleva a la aceptación de nuestra herida personal y a su trascendencia no es fácil, de hecho es muy doloroso, y a lo largo de él mismo se presentan determinadas personas que la activan. 

Hedwig en la cinta nos muestra un rollo de papel tualé: “Recientemente encontré mi primer diario, de 2 a 6 años. Estaba completamente ilustrado. Según desenrollaba las páginas –padre, Jesús, rokeros, Hitler-, me di cuenta de que mucha gente me había influido en mi camino a este escenario esta noche”.

Como Hedwig todos tenemos una lista de personas que nos han hecho daño a lo largo de nuestra vida, pero si nos detenemos a reflexionar en lo que somos en la actualidad y en nuestros logros nos daremos cuenta que esas personas precisamente fueron las que nos sacaron de nuestra zona de confort y nos impulsaron a alcanzar nuestros sueños. 

Si fuéramos realmente justos deberíamos buscar a esas personas y agradecerles habernos lanzado su mierda porque una vez limpiados de ella hizo brillar nuestros mejores talentos, que quizá se mantendrían dormidos si no fuera por ellas.   

***
La literatura es una buena forma de trascender nuestra herida primordial para poder vivir con ella sin sucumbir en la desesperación. Los escritores tenemos la ventaja de transmutar nuestros dolores en historias y la catarsis que eso produce no sólo nos sana a nosotros sino que puede conectar con lectores que se sientan identificados con nuestro dolor.

El protagonista de Hedwig and the Angry Inch lo hace mediante una canción titulada "The Origin of Love", basada en el discurso de Aristofanes en El banquete de Platón:

“Cuando la tierra todavía era plana y las nubes eran de fuego. Y las montañas se estiraban hasta el cielo; a veces aún más alto. La gente vagaba por la tierra rodando como inmensos barriles. Tenían dos pares de brazos. Tenían dos pares de piernas. Tenían dos caras mirando desde una cabeza gigante. Así podían ver todo a su alrededor. Hablaban mientras leían. Y nunca supieron nada del amor. Era antes del origen del amor.”
“Entonces había tres sexos: uno que parecía dos hombres pegados por la espalda, se llamaban los hijos del Sol; y similares en forma y contorno, eran las hijas de la tierra, parecían dos mujeres enrolladas en una; y los hijos de la luna, parecían un tenedor metido en una cuchara, eran parte Sol, parte Tierra, parte hija, parte hijo. El origen del amor”.
“Entonces los dioses comenzaron a asustarse de nuestra fuerza y nuestro desafío. Y Thor dijo: “Voy a matarlos a todos con mi martillo igual que maté a los gigantes”. Pero Zeus dijo: “No, major déjame, usar mis rayos como tijeras, como cuando le corté las piernas a las ballenas, y convertí a los dinosaurios en lagartos”. Entonces agarró varios relámpagos. Soltó una carcajada. Dijo, “los partiré por el medio. Los cortaré por la mitad”. Y nubes de tormenta se juntaron en lo alto. Se hicieron bolas de fuego. Y entonces cayó fuego. Disparado desde el cielo en relámpagos como los filos brillantes de un cuchillo. Y rasgando la carne de los chicos del Sol, de la Luna y de la Tierra. Y un dios indio, coció la herida como un agujero, y formó nuestros ombligos, para recordarnos el precio que pagamos. Y Osiris y los dioses del Nilo formaron una gran tormenta y luego un huracán que nos dispersó en una corriente de viento y lluvia. Un mar de olas gigantes que nos llevaría por delante. Y si no nos comportamos nos cortarán otra vez, y andaremos por ahí saltando en un solo pie, mirando con un solo ojo.”.
“La última vez que te vi, acabábamos de partirnos en dos. Tú estabas mirándome. Yo estaba mirándote. Tenías algo tan familiar que no pude reconocer, porque tenías sangre en tu cara. Yo tenía sangre en mis ojos. Pero podía jurar por tu expresión que el dolor en tu alma era el mismo que el mío. Es el dolor que corta en una línea el corazón. Lo llamamos amor. Nos abrazamos. Intentamos volver a estar unidos. Estábamos haciendo el amor, haciendo el amor. Fue en una oscura y fría tarde hace mucho tiempo; por la poderosa mano de Júpiter. Fue una triste historia como con convertimos en solitarias criaturas de dos piernas. La historia del origen del amor. Ese es el origen del amor”.

***

Como Hedwig podemos echar la vista atrás y aceptar que todo lo que nos ocurrió, hasta lo más oscuro, era la pieza perfecta del rompecabezas que nos conforma: “Miro atrás de dónde vengo”, canta Hedwig. “Miro la mujer en la que me he convertido, y las cosas más extrañas de repente parecen una rutina.”. “De pronto soy esta estrella punk rock de la escena y la pantalla, y nunca, nunca volveré atrás”.

Nuestras cicatrices terminan formando parte del concepto general de lo que somos, sin ellas no seriamos los mismos. Quizá seriamos peores. “Estoy hecha de remiendos. Un corte reincidente, un mapa de cicatrices en mi cuerpo. Y puedes seguir las líneas a través de diseños de la desgracia de ese mapa que cruza mi cuerpo. Un collage”, canta Hedwig. 

Es inevitable que hagamos un inventario de nuestros agresores. Sus golpes han dejado huellas imborrables en nuestra piel. “Ahora todo el mundo quiere darme puñaladas. Me cortaron en pedazos: le di una parte a mi madre, le di una parte a mi hombre, le di una parte a la estrella de rock,… tomó todo lo bueno y huyó”, canta Hedwig. 

***
En el proceso de intentar sanar nuestra herida primordial creemos que lo haremos encontrando nuestra “alma gemela”, ese ser que formaba parte de nosotros y que los dioses alejaron para que luego nos reencontráramos. Pero la vida viene y nos cachetea una y otra vez en cada relación fallida. Pareciera que no existe un ser predestinado para nosotros. 

Así se los explica el personaje de Tommy a Hedwig al final de la cinta: 

“Perdóname porque no supe. Porque yo sólo era un chico. Tú eras mucho más. De lo que cualquier Dios podía planear. Más que una mujer o un hombre. Ahora entiendo todo lo que saqué de ti. Que cuando todo se viene abajo, tú lo levantas del suelo. Enseñas lo que esta ciudad tiene de hermoso y nuevo. Piensas que la suerte te ha puesto ahí. Pero quizá no hay nada en el cielo excepto aire. Y no hay ningún diseño místico, ningún amante cósmico pre asignado. No hay nada que tú descubras, que no pueda ser descubierto. Porque por todos los cambios por los que has pasado parece que el extraño eres siempre tú. Sólo en alguna pequeña ciudad cruel”.

***
Finalmente, luego de mucho transitar, siendo derribados una y otra vez sobre nuestra nuestra herida esencial, caemos en cuenta que no debemos colocar nuestra felicidad fuera de nosotros mismos, en ninguna otra persona. 

Así lo canta Hedwig: “Respira. Siente. Ama. Ofrece. Libera. Sabes que dentro de tu alma igual que tu sangre conoce el camino, desde tu corazón hasta el cerebro. Sabes que estás entero. Y brillas como la estrella más brillante. Una transmisión en la radio de medianoche. Y giráis como un disco, una bailarina bailando tu rock and roll… Todos los inadaptados y perdedores, sabéis que sois rockeros girando en torno a vuestro rock and roll”.



Hedwig and the Angry inch -- Neil Patrick Harris -- Playlist

viernes, 23 de junio de 2017

It follows: No quiero vivir con miedo


Por @Joaquin_Pereira

“Bajé desde el primero hasta el segundo
círculo, que menor trecho ceñía
más dolor, que me apiada, más profundo. 
Minos horriblemente allí gruñía:
examina las culpas a la entrada
y juzga y manda al tiempo que se lía. 
Divina comedia, de Dante Alighieri 
Infierno – Canto V

Visitaba a un amigo VIH+. Un paciente contiguo se atragantaba. Lo ayudé, tomé su mano huesuda y al ver sus uñas con esmalte escarchado sólo hubo luces y aplausos alrededor. Lo vi salir al backstage, sacarse la peluca y desvestirse rumbo al camerino: “Che querido ayúdame, saldré con un tipo buenísimo del público”. Antes de irse le ofrecí un condón. Dudó pero lo recibió dándome una caricia con sus uñas aún con escarcha. “Gracias”, dijo. En el hospital una mancha de vómito reposa en una cama vacía.

***

El anterior microcuento fue inspirado en un hecho real. Un compañero de la universidad, que durante el día era un aventajado ingeniero en computación y durante la noche era la envidia de las disco gay de Caracas, contrajo el virus de inmunodeficiencia humana una noche en que se le olvidó comprar condones y sus ganas de amar lo acorralaron. 

Meses después lo visitaba en un ala confinada del Hospital Clínico Universitario de Caracas en el que atienden a pacientes que presentan alguna de las múltiples enfermedades oportunistas que la ciencia ha resumido con el término Sida. 

Al lado de su cama yacía un esqueleto aún con vida. Comenzó a atragantarse con su propio vómito y tuve que auxiliarlo antes de que llegara alguna enfermera. Me impresionó ver lo perfectas que estaban sus uñas y entendí lo maravilloso que habría sido el resto de su cuerpo cuando el VIH no había comenzado a navegar por sus venas.

El día en que me avisaron por teléfono que mi amigo había fallecido me negué a llorar. Fui a una juguetería y compré un rompecabezas tridimensional del Arco del Triunfo de París. Aún lo conservo en mi biblioteca como recordatorio de que debo darle un sentido trascendente a mi vida dado que millones no tienen la oportunidad que tengo yo ahora de seguir respirando por ese maldito virus.

***

Recordé a mi amigo mientras veía la tercera película del reto 7x7 Circle of Hell –que busca vapulear cualquier rastro naive de mi personalidad-. La cinta es It follows(2014), del director David Robert Mitchell y considerada una de las mejores propuestas cinematográficas del género terror en una década.

Aunque la cinta no trata directamente sobre el VIH, es la metáfora perfecta del terror que pende como espada de Damocles a todo el que ose tener relaciones sexuales hoy en el planeta. En la historia se presenta como una entidad que te persigue y se contagia a través del coito. 

Según cifras de ONUSida desde el comienzo de la epidemia, aproximadamente 78 millones de personas –se lee rápido, terroríficamente rápido- contrajeron la infección por el VIH y 39 millones de personas han fallecido a causa de enfermedades relacionadas con el VIH.

Recuerdo aún el pánico que viví por varias semanas luego de haber socorrido a aquel paciente con Sida. Por mucho que los científicos aseguran que el VIH se transmite sólo a través de la sangre o fluidos genitales, yo sentía como si una presencia maligna se me hubiera pegado al cuerpo, como le ocurre a la protagonista de la cinta It follows

Formo parte de una generación que aún éramos niños cuando el terror por una enfermedad desconocida oscurecía la expresión de la sexualidad de la humanidad. Más tarde cuando las hormonas comenzaban a bullir en mi interior ya las alarmas estaban activadas señalando con letras fluorescentes “ponte el condón coño, no es un juego”. Aun así tuvimos que ver partir a gente querida. Otros también queridos viven todavía gracias a un coctel diario de pastillas. 

En una ocasión besé en la boca a alguien y me sorprendió que mantuviera los labios fuertemente cerrados. Pasé mucho tiempo tratando de descifrar qué fue lo que ocurrió en aquella ocasión. Ahora entiendo que el terror de contraer alguna enfermedad pesaba más que la oportunidad de disfrute. 

Sé que decir que la vida es una ruleta rusa es consuelo de tontos –doble lugar común-, y no pretendo aconsejar que se vaya por allí sin tomar el mínimo de precauciones. Pero mantenernos amarrados, amordazados, plastificados, desinfectados, aislados, castrados… por el miedo a morir nos está matando en vida. La expresión libre de la sexualidad es un derecho humano y el miedo no debe cuartarlo. No, definitivamente no quiero vivir con miedo.


jueves, 22 de junio de 2017

Calvary: El infierno tiene una sola puerta de salida, el perdón


Por @Joaquin_Pereira

“La barca de mi ingenio, por mejores
aguas surcar, sus velas iza ahora
y deja tras de si mar de dolores;
y cantaré a la tierra purgadora
del alma humana, que hacia el cielo es vía 
de la que se hace de él merecedora”.
Divina Comedia, de Dante Alighieri.
Purgatorio – Canto I – Playa

“Do not despair; one of the
thieves was saved.
Do not presume; one of the
thieves was damned”.
Saint Augustini



Desde muy niño recuerdo ver a mi madre girar su anillo de oro en el dedo anular de su mano izquierda. Nunca se lo quitaba pese a que el motivo del mismo un buen día –y seis hijos después- le dijo “ya no te quiero” y se fue. Nunca lo perdonó. 

Varias décadas más tarde el cáncer se llevó al motivo del anillo y terminó sacándose éste del dedo: allí comenzó su Alzheimer. Aferrarse al anillo y no perdonarlo era su particular forma de retenerlo, pues nunca dejó de amarlo.

La falta de perdón se hereda en eso que algunos llaman transgeneracional. Mi Talón de Aquiles, por tanto, fue también el abandono. Siempre ha sido mi tarea pendiente.

Confieso que no sé cómo se hace para perdonar. Hay otras palabras que puedo manejar con más habilidad: soltar, alejar, dejar, huir,… Pero la palabra perdonar es como esas pastillas gruesas que te cuesta pasar por la garganta.

La vida en su infinita sabiduría ha puesto en mi camino distintas versiones del “señor del anillo” para confrontar aquello que más me cuesta perdonar. Mientras el único afectado era yo, me aferraba al hueso del dolor tan fuerte como mi madre. Pero cuando los afectados fueron mis seres más queridos comprendí que no tenía otra opción que perdonar. 

***
Tenemos miles de razones para no hacerlo: ¿Cómo perdonar -por ejemplo- a un militar que decide sacar un arma de fuego y apagar la vida de un joven de 17 años que decidió confiar en el escudo invisible de su “amplio futuro” y se puso al frente de los manifestantes en contra de la dictadura en Venezuela? 
***

Calvary Official Main Theme Soundtrack By Patrick Cassidy


Para mí fue muy revelador -en cuanto al espinoso tema del perdón- ver la película del día 2 del reto 7x7 versión Circle of Hell –esta especie de cine a la carta con terapia de shock que transito esta semana. Se trata de Calvary (2014), del director John Michael McDonagh.

No me había dado cuanta que de alguna manera asociaba la palabra perdón a esa especie de alcabala que utiliza la iglesia Católica al obligar a sus feligreses a confesar sus pecados ante un sacerdote para que los absuelva de ellos. Quizá mi reticencia a perdonar estaba en creer que esto era sólo una especie de chantaje que se utiliza para mantener manipulado a un rebaño.  

La cinta me mostró con crudeza que el perdón no se circunscribe al confesionario de una iglesia –donde precisamente inicia la cinta:

-Probé semen por primera vez a los siete años –inicia su confesión un misterioso hombre-. ¿No tiene nada que decir?
-Como primer comentario, es asombroso –responde el padre James Lavelle.
-¿Está siendo irónico?
-Perdón, comencemos de nuevo. ¿Qué es lo que me quiere decir? Estoy aquí para escuchar lo que me quieras decir.
-Me violó un cura cuando yo tenía siete años. Oral y analmente como dicen en los informes legales. Continuó durante cinco años; día por medio durante cinco años. Sangré mucho, como puede imaginarse, sangré muchísimo. 

Perdonar que alguien te mire mal o te mienta parece sencillo, pero hacerlo cuando eres violado reiteradamente por años por quien ejerce de mediador con Dios en la Tierra es algo muy difícil de manejar. Llegamos incluso a solidarizarnos con el asesino de la cinta al justificar su odio ante una institución que acogió a su verdugo. 



Es simbólico cuando vemos arder la iglesia en la cinta. El perdón -como ya dije antes- no es una concesión exclusiva de una religión. Hay en el perdón algo ancestral, una especie de recordación de nuestro origen divino.

Según el libro Un curso de Milagros, perdonar es una obligación más que una dádiva. Explican que todos tenemos dentro una luz que no nos pertenece y que debemos devolver a la humanidad. Dejar de perdonar en definitiva nos condena a perpetuar lo que decimos odiar. 

Dos ejemplos gráficos: No perdonar es como si terminaras comiendo cada día en el plato sucio que usaste ayer. No perdonar es pretender recorrer el Camino de Santiago con una mochila de piedras en la espalda.  

Perdonar, en definitiva, como podemos ver al final de la cinta, no libera a nuestro agresor, nos libera a nosotros. Tenemos la opción de salir o no de nuestro infierno.

Sé que en mi caso debo ir a visitar la tumba del “señor del anillo”, pues no fui a su funeral. Quizás así pueda pasar por fin al purgatorio y de allí aspirar al paraíso.  



Calvary -– Quotes

Father James Lavelle: I think there's too much talk 
about sins and not enough about virtues.

Fiona Lavelle: What would be your number one?

Father James Lavelle: I think forgiveness 
has been highly underrated.




Calvary - Brendan Gleeson Interview


miércoles, 21 de junio de 2017

Happiness: Necesito hacer una cita con mi tristeza





Por @Joaquin_Pereira

“A mitad del camino de la vida
Yo me encontraba en una selva oscura,
con la senda derecha ya perdida.
¡Ah, pues decir cuál era esa cosa dura
Esta selva salvaje, áspera y fuerte
que en el pensar renueva la pavura!”.

Divina Comedia, 
de Dante Alighieri. 
Infierno, Canto I.

Cuando llegamos al mundo, aquí ya estaba armada una rumba. No nos preguntaron que se nos antojaba hacer; sin prestar atención en nuestra individualidad nos dieron una lista de qué debíamos obtener para ser felices. 

Y uno medio aturdido por la música, las luces, las hormonas y las sustancias estimulantes nos fuimos tras el Vellosino de oro, el Santo Grial, o el pene más grande, que nos otorgara la tan anhelada felicidad. 

De esta manera, apenas estamos culminando el bachillerato cuando ya nos inscribimos en cursos preuniversitarios. No tenemos aún el título de pregrado cuando ya estamos solicitando cupo para hacer un postgrado. Luego otro, y otro,… para pasar al doctorado. Sin preguntarnos si era esto lo que queríamos hacer realmente. 

Luchamos por conseguir un puesto de trabajo y dejamos el pellejo tratando de ascender en la compañía. Mientras tanto compramos la casa, el marido, el carro, los hijos, la cerca blanca para el jardín, el perro, la bañera, el amante, el cenicero… 

Nos sentimos mal hasta no conseguir publicar nuestro libro, ganar aquel premio, el segundo libro, el otro premio, y el otro, y el otro… 

Y luego de cada logro y cada coroto que obtenemos nos sentimos igual o más vacíos que antes. Y las agencias de publicidad chorrean baba por sus colmillos y en el sumun del descaro incluyen sustancias adictivas en sus productos. El truco es prometerte la felicidad para no alcanzarla nunca. 

Si antes las aspiraciones para ser feliz se te vendían en meses o años para alcanzarse, en los tiempos actuales se miden en tendencias de redes sociales tan instantáneas y efímeras como vacuas. Los ataques de pánico y el consumo de sustancias crecen a medida que la humanidad alcanza nuevas cotas de supuesta felicidad.

Pero algunas personas comenzamos a escuchar esa voz interior que nos grita “Coño, me siento triste. Bájate de la rueda de hámster cinco minutos y escúchame”.  

De alguna manera esto es lo que les ocurre a los personajes de la película Happiness(1998), escrita y dirigida por Todd Solondz. Todos se sienten vacíos y no saben cómo llenar ese hueco negro que crece en su interior. 

Es uno de esos filmes que nos mueve el piso, dejándonos inquietos por varios días al identificarnos con el lado oscuro que nos muestra alguno de los personajes. Corresponde al Día 1 del Reto 7x7 versión Circle of Hell –ver siete retadoras historias en siete días que desmoronen las inestables convicciones sobre las que parapetamos nuestra existencia. 

El mayor atractivo de Happiness es precisamente mostrar aquello que todos pensamos pero que no comentamos abiertamente por temor a ser tachados de desequilibrados, enfermos o pervertidos. Pedofilia, asesinatos masivos, violaciones, aburrimiento, depresión, suicidio,… son algunos de los temas controversiales que toca la cinta y no como “eso que hacen los demás, los otros”, sino como opciones que pueden haber rosado nuestra mente alguna vez.

¿Por dónde entonces comenzar a desenredar la madeja del hilo que nos promete salir del laberinto y llevarnos a la felicidad? ¿Cómo entonces desactivar el mecanismo detonador de la depresión para respirar un poco de satisfacción y paz?

Creo que la clave principal está en comprender que nuestra existencia responde a un propósito. Venimos al mundo a dar algo específico y no sólo a consumir bienes y acumular posesiones. A mis talleristas de escritura se los resumo en una frase: “Sólo tu obra te salva”.

El enfocarnos en realizar nuestra obra de lo primero que nos salva es de colocar nuestro locus de control fuera de nosotros mismos. Dejamos de depender de los vaivenes emocionales de los otros para propulsarnos con combustible propio.  

El siguiente paso es simplificar nuestra vida. Sí, definitivamente menos es más. Y esto no quiere decir dejar de tener aspiraciones o conformarnos con una vida mediocre. Más bien de lo que se trata es de bajar la velocidad con la que vivimos para saborear realmente cada bocado. Parar la loca gincana del “te uso, te boto y a por el otro”, para valorar cada logro alcanzado. Se trata de ponernos a nosotros mismos como objetivo primordial al inicio de nuestra lista de acciones diarias.

Si la depresión afecta actualmente a más de 300 millones de personas -según cifras de la Organización Mundial de la Salud-, ¿no es hora de enfrentar de una buena vez al Minotauro y dejar de taponear nuestra desazón con más pastillas y estridente entretenimiento?

Yo por lo pronto hice una cita con mi tristeza, la invité a tomarnos unas cervezas. Quiero decirle que ya no le temo, que quiero hacerla mi amiga, darle su espacio. Sé que su presencia tiene razón de ser: recordarme para qué vine a este mundo. Sólo le pido que no llene con su humo toda mi casa. Que me permita abrir las ventanas de vez en cuando para que entre el sol.  

Puedo aceptar que la felicidad sea sólo algunas cucharadas de Nutella que la vida nos da para entusiasmarnos con nuestro espléndido futuro. Que no estamos preparados –por ahora- para sobrevivir en un estado de continua euforia. Y mientras tanto allí está doña paz, esa sí permanente: como la comida hecha en casa, el café mañanero y los zapatos de trotar junto a la cama, siempre fieles; como la guitarra, la cámara de fotos o la máquina de escribir en nuestro taller, esperándonos para empezar de nuevo; como aquel amigo que pese a conocer nuestro lado oscuro se queda a nuestro lado. 

Philip Seymour Hoffman



En Happiness actúa el estupendo actor Philip Seymour Hoffman. Interpreta a un oficinista aburrido de todos pero obsesionado con el sexo. 
A Seymour Hoffman lo recordamos por sus papeles en cintas como Boogie Nights (1997), The Talented Mr. Ripley (1999), o Capote (2005), por la que recibió el Óscar al mejor actor.
Quizá fue la búsqueda insaciable de felicidad lo que el 2 de febrero de 2014 lo llevó a la muerte en su apartamento de Manhattan por una sobredosis de cocaína mezclada con heroína.