lunes, 5 de junio de 2017

Hello, my name is Doris: el amor inicia en uno



Por @Joaquin_Pereira

Duerme en la sala en una colchoneta porque sobre su cama hay un montón de cajas conteniendo un sinfín de objetos inservibles. Cada mañana se levanta a hacerle el desayuno a su madre que sufre de Alzheimer. Le prepara las pastillas que se tiene que tomar durante el día en tres bolsitas de papel en las que escribió las palabras mañana, tarde, noche. Lo hace desde aquella vez que por su falla de memoria su madre sufrió una sobredosis que la llevó a la clínica a punto de morir. Sus hermanos “hicieron su vida” y le dejaron a cargo de ella. Claro, fue la única que no se casó. Durante todo el día escucha cómo su madre le repite que nunca tendrá hijos y que es una basura. Alguna vez se enamoró. Se le notaba radiante en su patetismo. Se maquillaba de más. Vestía con ropa que no correspondía a su edad. Por supuesto el tipo no le paró bola y volvió a su cuarto de escombros aún más destrozada.

No, ésta no es una historia de ficción. Cuando intenté intervenir para poner algo de orden en el caos de esta persona, entró en crisis. La vi sentada sobre sus papeles acumulados desorientada. Desde ese día me prometí no entrar a querer limpiar la mierda de nadie si ella no pide ayuda.

Fue muy doloroso para mí ver a una persona cercana reflejada en el personaje que interpretó Sally Field en la película Hello, My Name Is Doris(2015), del director Michael Showalter. Correspondía a la sexta cinta del reto 7x7. Definitivamente mi amigo “jíbaro” debe tener una conexión especial con ángeles o vaya usted a saber, porque cada una de las historias que me propuso ver en esta especie de “cita a ciegas” con el cine tenía que ver con algún aspecto que yo debía revisar. Se lo agradezco mucho y lo sabe.

Me conmovió mucho Doris, no sólo por el síndrome de Diógenes que sufría: abandono personal y social, aislamiento voluntario en el propio hogar y la acumulación en él de grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos. Me conmovió por ver lo que hizo el amor en ella: la salvó.

En una de las escenas de la película la mejor amiga de Doris comenta que todos los enamorados cometen locuras. Estoy de acuerdo con ella, es inevitable. Estar enamorado es como sentir una fuerza de gravedad que irremediablemente te hace atraer hacia la persona amada. Si ella baila salsa, deseas aprender a bailar. Si es maratonista, comienzas a trotar en las mañanas. Si fuma, te jodiste.

Sí, yo también he sido Doris alguna vez, aferrándome a guardar lo que algún día me hizo feliz y a entregarme a la persona amada sin notar que estaba abandonándome a mí mismo. La clave para convertir un patrón destructivo en algo sublime es entender que amar es dar. Sí, como la canción de Fito Páez: “Simplemente dar/Dar es dar/ Y no explicarle a nadie/No hay nada que explicar”.

Para los que sufren del síndrome de Diógenes o notan que su vida se ha estancado les recomiendo seguir la técnica de la japonesa Marie Kondo, La magia del orden. Sin llegar a ser obsesivos compulsivos podremos despejar nuestros espacios y por lo tanto nuestros pensamientos para que entre el aire fresco y luego si estamos en paz y cultivamos nuestro propio jardín, una hermosa ave -libre, salvaje, radiante- quizá se acerque y nos deje tocarlo y decirle muy suavemente “Hola, mi nombre es Joaquín”. 

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