martes, 19 de septiembre de 2017

Wake in fright: ¿Atorado en Tiboonda-zuela?


Por @Joaquin_Pereira

Se suponía que en este momento debería estar iniciando el Máster de Narrativa  en la Escuela de Escritores de Madrid. Ya tenía todo cuadrado: inscripción, maleta hecha, pasaje confirmado… Sólo me quedó pendiente un detalle: una fuente de ingreso consolidada para mantenerme en la capital española.

Me sentí como en la película australiana Wake in fright (1971), del director Ted Kotcheff y protagonizada por Gary Bond; tratando de huir de un pueblo infernal y cayendo de vuelta al centro del mismo.

El protagonista de la película quiere escapar de Tiboonda, yo quiero escapar de Tiboonda-zuela. “Uno no quiere permanecer en el mismo lugar cuando es más inteligente que los otros”, le dice el policía Jock Crawford al protagonista John Grant. “Depende del lugar”, le contesta éste.

Haber estudiado en la Universidad Simón Bolívar –la universidad de la excelencia- ha marcado definitivamente mi vida: no tolero vivir en un país condenado a la miseria por un régimen totalitario dirigido por delincuentes. 

Amo a Venezuela. A ella le debo mucho de lo que soy. En 2009 tuve el placer recorrer gran parte de su territorio en una expedición fotográfica; definitivamente su geografía y su gente es maravillosa. Pero no soporto más estar encerrado a toda hora en mi cuarto por temor a la delincuencia y por el acoso de la inflación. 

Los personajes de Wake in fright se sumergen en el consumo de la cerveza para soportar el sopor de malvivir en su terruño. En mi caso no he caído en el alcoholismo pero he tenido que recurrir al cigarro para apaciguar la angustia de sentirme atorado. 

Lo más sencillo en el infierno es caer en la desesperanza y cometer errores que te hundan más en él. Ese guion los venezolanos ya lo tienen asegurado, allí en la sala de su casa la espiral descendente se ha instalado. 

¿Y qué hace alguien que ve el abismo desde el borde del precipicio? ¿Saltar? No. Extiende sus brazos, cierra los ojos a su entorno, se visualiza con alas y echa a volar. 

Así me encuentro ahora: solicité a la Escuela de Escritores de Madrid un plazo mientras me establezco en España para iniciar el Máster de Narrativa. Mientras tanto estoy trabajando en la expansión de mi taller de escritura para transformarlo en una empresa internacional de apoyo a escritores: CasadeEscritor.ES

La desesperanza en Venezuela no me va a llevar a “matar canguros” como en la película. Prefiero echar a mano de la “poesía” que muestra en una escena el protagonista cuando recita “El resplandor de la luna es como la nieve en el desierto, el polvo es su rostro”.

¿Atorado en Tiboonda-zuela? No, definitivamente no. Estoy ganando musculatura para alzar pronto el vuelo y llevar allí a donde vaya a Venezuela en la maleta. 

En Madrid, Barcelona, Nueva York o Lisboa, o donde quiera que establezca mi nuevo nido, fijaré la bandera de Venezuela y recitaré mis versos para llamar a mi vera a quiénes hacen que mi vida sea grande, brillante y valiosa: mis amores. ¡Y olé!

miércoles, 13 de septiembre de 2017

The Lovers: La misma película en diferente sala


Por @Joaquin_Pereira

Cada vez que nos levantamos nuestro cerebro activa sus aplicaciones tal cual como hace nuestros teléfonos inteligentes. Hay quienes tienen instalado una que podríamos llamar “infierno en casa, paraíso en la calle”.

Esto les sucede a los protagonistas de la película The Lovers (2017), del director Azazel Jacobs: Ambos miembros de una pareja de mediana edad tienen amantes y cuando deciden poner fin a su relación vuelven a enamorarse. Cuando los esposos que no se soportaban se separaron pudieron encajar luego como amantes. 

Los seres humanos buscamos resolver fuera de nosotros mismos nuestros conflictos sin darnos cuenta que estamos continuamente proyectando nuestra realidad basada en un “fotograma” que llevamos en nuestro inconsciente. Puedes tener todo a tu alcance para ser feliz pero si tienes activada la aplicación de la insatisfacción vivirás continuamente malhumorado. 

Esto no sólo ocurre en el ámbito de las parejas. Conozco un familiar que tiene activada la aplicación “en mi trabajo siempre tengo compañeros conspirando en mi contra”. Cada vez que cambia de trabajo se lleva su fotograma interno consigo y vuelve a repetir el patrón, sus nuevos compañeros conspiran contra él.

Otro caso es el de la emigración. Situación que tantos venezolanos estamos viviendo con el establecimiento de una dictadura hambreadora en Venezuela. Aquellos que sanan de alguna forma su emocionalidad con el país, hacen un trabajo de perdón y se llevan los buenos recuerdos vividos les va bien en el nuevo país de destino. Aquellos que salen huyendo amargados y hablando pestes de la circunstancia venezolana se la encuentran allá donde van. Nuevamente, somos proyectores reproduciendo una misma película. 

Así sea mudarse a un nuevo país, conseguir un nuevo empleo o tener una nueva relación, todos debiéramos ponerle un velo a nuestras creencias limitantes para no seguir reproduciéndolas. Como en la pintura del artista René Magritte titulada también como la película que inspiró esta crónica, The Lovers (1928): debemos disfrutar del beso sin estar juzgando a nuestra pareja teniendo como referencia nuestra experiencia pasada.



Cada momento que vivimos es nuevo e irrepetible, cada circunstancia es neutra en esencia. Somos nosotros los que de forma inconscientes teñimos todo lo que vemos con nuestros paradigmas. Como esas proyecciones artísticas que tiñen las fachadas de edificios, así nosotros interpretamos la realidad según nuestras creencias.

Ya lo he dicho en otras crónicas, en varias ocasiones me han colocado como el salvador o el verdugo de las historias que se hacen algunos en sus mentes. No soy ni una cosa ni la otra, no quiero formar parte de pesadillas ni de sueños húmedos. No acepto que nadie proyecte su mierda sobre mí.    




Under the Skin: Iluminando el cuarto oscuro


Por @Joaquin_Pereira

Cuando visité por primera vez Madrid, me invitaron a un bar en el barrio de Chueca. Sí, ese, el de las banderas arcoíris y la tolerancia sexual. Cuando entré junto a un par de amigos el local estaba casi vacío. Había unos televisores que pasaban porno de forma continua. Pedí una cerveza y me senté en la barra. 

Me pareció curioso que los que iban llegando al local pasaban al fondo del mismo y desaparecían. Algo así como les ocurría a los personajes de la película de ciencia ficción protagonizada por Scarlett Johansson Under the Skin (2014), del director Jonathan Glazer.

De repente noto que un hombre no deja de dar vueltas, entra y sale del fondo del local con cara de loco, algo así como el ente que encarnó Johansson en la película. 

La curiosidad periodística privó y me fui al fondo del local. Todo estaba oscuro. Cuando mis pupilas se dilataron pude percibir una especie de cubículos que en primera instancia asocié con baños, pero no. Se trataba de espacios privados donde desconocidos tenían sexo.

Luego investigando por internet supe que los primeros cuartos oscuros destinados al público gay en bares surgieron en Estados Unidos en los años 60 del siglo pasado como parte de la revolución sexual de aquella década. 

Leyendo el libro El diario de JL (2005), de Álex Rei, me enteré de más detalles sobre los cuartos oscuros en locales nocturnos de Madrid y de otras ciudades de Europa.  En dicho libro cuenta con detalle sus incursiones en esos cubículos para tener sexo con desconocidos. Poco a poco fui conociendo la fauna del ambiente gay de la mano de Rei. Al final del libro el autor concluye que pasar de un cuerpo a otro buscando insaciablemente el amor lo hacía sentir cada vez más vacío. 




Parece que de hecho al entrar en alguno de esos cuartos oscuros nuestra alma cayera en una especie de limbo o universo paralelo, dejando nuestro cuerpo como una marioneta que es manoseada sin otro objetivo que la satisfacción momentánea del deseo sexual.

Musculosos. Delegados. Peludos. Tatuados. Gordos. Rudos. Delicados. Negros. Amarillos. Pelirrojos. Morenos. Rubios. Viejos. Niñatos… Vamos por la vida tirando a cuanto espécimen se nos pasa por delante como si de fumar se tratase. Y ya sabemos lo que pasa con el fumar, termina siendo una adicción que nos deja más vacíos luego de acabar con cada cigarro. 

Creo que los cuartos oscuros cumplen una función, son la válvula de escape de una sociedad híper castradora. En mi caso quiero iluminar mis cuartos oscuros internos; esos en donde me escondo del mundo para sentirme un poco más libre, donde escondo mis deseos.

Desde hace unos años en la particular disposición de mi carta astral me ha correspondido tener –o sufrir- la presencia del planeta Saturno, el de las sanas restricciones, en mi casa 7, el de la pareja. Después de este tránsito hijoeputa he aprendido que siendo minimalista en las relaciones éstas se disfrutan más. Al ser Géminis de signo ascendente, mi tendencia es a querer probar toda la variedad que me ofrece la vida, pero esto termina siendo una fantasía. El elegir a la persona que quieres amar llena en vez de vaciar, nutre en vez de desgastarte, te ilumina en vez de oscurecerte. 

¿De qué nos ocultamos en un cuarto oscuro? ¿De los demás, de los otros, de la sociedad? No. En un cuarto oscuro nos ocultamos de nosotros mismos, del terror de intimar realmente con otra persona. En un cuarto oscuro ocultamos el miedo que tenemos de pensar que si alguien nos conoce verdaderamente nos rechazará y nos terminará abandonando.

Cuando nos amamos verdaderamente, parando de autocriticarnos continuamente, podemos participar plenamente de una relación. Algunos nos rechazarán, sí. Algunos nos dejarán, sí. Eso no importa pues somos seres completos; no dependemos del biorritmo o del humor de los otros. 

En conclusión: A mí me gusta hacer el amor con la luz encendida. 

Embers: El olvido como último recurso


Por @Joaquin_Pereira

I will remember you.

“¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi casa? ¿Cómo me llamo?  Estoy empapada bajo esta lluvia. Hace frío. ¿Manuel? ¿Orlando? ¿Por qué esos nombres? ¿Quiénes son?... Se acerca la policía, no he hecho nada malo, no lo recuerdo.” 

Mi tía terminó en una jefatura empapada tras salir a la calle y no recordar cómo volver a casa. Tenía por suerte su cédula y con el apellido lograron llamar a un familiar que la pudo buscar.

Recordé esta anécdota al ver la película Embers (2015), del director Claire Carré, quien se planteó una historia basada en una pregunta: ¿Cómo sería el mundo si todos perdiéramos la memoria al mismo tiempo?

Luego de ese episodio en el que mi tía se extravió al salir de casa, su estado fue haciéndose más agudo. La internaron en un centro de salud para atenderla. Siempre recuerdo querer irla a visitar pero mis compromisos laborales siempre lo impidieron. La próxima vez que la pude ver fue en su funeral. 

Recuerdo que a mi tía le aterrorizaban los funerales. En una ocasión cuando enterraban a una prima ella y yo éramos los que nos manteníamos más lejos del séquito y me lo comentó: “No puedo soportar esto. Desde mi casa veo el cementerio y como va creciendo. Es muy fuerte”.

La vida le puso una prueba muy grande. Perdió a dos de sus hijos en un periodo de tiempo muy cercano. No soy experto en Alzheimer pero creo que fue esta circunstancia la que hizo que se refugiara en el olvido para soportar de alguna manera el dolor.

Esta hipótesis, la del “olvido como último recurso”, se me repite con mi madre-biológica. El camino que transitó mi tía lo está ahora recorriendo ella. Entonces me pregunté, ¿cuándo comenzó esto? ¿Qué causó en ella la necesidad de olvidar? Y lo vi claro.

Creo que su pérdida de memoria inició el día en que enterramos a mi padre-biológico. Aunque ellos estaban separados desde hace muchos años estoy convencido que ella estaba aferrada fuertemente al recuerdo de su marido. Desde niño la veía cómo daba vueltas a su anillo de matrimonio y me preguntaba por qué seguía usándolo.

Luego de la muerte de mi padre-biológico el anillo desapareció de su dedo y con esto inició su refugio en el olvido. 

Los que han cuidado a un paciente con Alzheimer saben lo complejo y abrumante de la situación. Aparte de seguir con tu vida de la forma más productiva posible no puedes dejar de estar pendiente de tu familiar. 

Hace unos meses estábamos celebrando la graduación en la universidad de mi primer sobrino cuando nos avisan que mi madre-biológica se había desmayado y la habían trasladado a la clínica. Cuando la revisaron concluyeron que se había medicado de más. Seguramente se le había olvidado que había tomado sus pastillas del día y repitió la dosis varias veces. 

Desde entonces una hermana es la que se encarga de suministrarle los medicamentos tres veces al día.

Como lo planteado en la película Embers, vivir en un mundo sin recuerdos puede ser tentador cuando el dolor, la culpa o el rencor nos desbordan. Vivir en un continuo presente es lo que muchos gurúes venden en sus charlas, pero este estado de serenidad no debería significar borrar nuestra historia porque lo que somos está conformado por el camino que hemos recorrido.

¿Cómo digerir los golpes de la vida para no recurrir al olvido como último recurso?

martes, 12 de septiembre de 2017

10 Cloverfield Lane: En el bunker de nuestro ego

Por @Joaquin_Pereira

No entiendo muy bien por qué pero cuando encarnamos nos asocian un ente llamado ego que se dedica a alertarnos de todos los posibles peligros y enemigos que podemos encontrar en el mundo. Creo que de alguna forma lo requeríamos para sobrevivir en un ambiente tan agreste: dinosaurios, volcanes en erupción, meteoritos cayendo desde el cielo, líderes de otras manadas de humanos…  

Ya no vivimos en la época de las cavernas, ni siquiera en la Edad Media, se supone que como especie hemos generado un estado de bienestar que nos permite confiar más y dejar a un lado las defensas.  Pero nuestro ego no se confía y sigue atormentándonos con todo aquello que puede salir mal. 

De alguna forma nuestro ego se parece al personaje interpretado por el actor John Goodman en la película 10 Cloverfield Lane (2016), del director Dan Trachtenberg y escrita por Josh Campbell, Matthew Stuecken y Damien Chazelle.

Todos quisiéramos tener un bunker –isla, apartamento, empresa- que nos aísle del mundo y nos proteja de todo lo malo que existe “allá afuera”.

El ego no es estúpido, sus estridentes alarmas no responden únicamente a prejuicios exagerados. El ego hila fino y busca intrincados razonamientos para justificar sus mecanismos de defensa. 

El ego es como esos preppers norteamericanos –brigadas de preparación del apocalipsis- que hacen un inventario de los requerimientos para sostenernos en situaciones críticas por efectos devastadores de la naturaleza o del accionar humano –contaminación, guerra,…

En Un Curso de Milagros, ese libro canalizado por una psicóloga norteamericana en la década de los 70, se nos dice que debemos desechar la idea de que existe algún enemigo fuera de nosotros. Nos invita a darnos cuenta que todos somos uno y que vamos encaminados a perdonar todos los errores cometidos para regresar a nuestro origen, la fuente desde donde todo fue creado.

No digo que luego de entender esto salgamos por Caracas a las 10 de la noche a trotar sin el temor que nos secuestren y descuarticen. El sentido común debemos seguir ejerciéndolo. Sólo digo que hay que ver cada situación y persona de forma neutral sin adherirle a priori todas las etiquetas que nuestro ego ha venido acumulando para señalarnos de posibles inconvenientes.

Vuelvo a decirlo de otra forma: no abogo por ir repitiendo afirmaciones positivas como loros pensando que de forma mágica nuestra realidad va a cambiar. Lo que sugiero es dejar de repetirnos esa historia nefasta que nos decimos a diario y que se nos activa como una aplicación de celular que nos consume memoria en exceso.

Lo dijo claramente, no soporto que nadie me incluya ni en sus pesadillas ni en sus sueños húmedos. Soy una persona que busca mejorar continuamente y que no permite que se le coloquen etiquetas. Con mi ego tengo ya para machacarme como para defenderme de los egos de los demás.

No quiero vivir en un bunker. No quiero tener enemigos. Si eso hace que cometa errores y tenga alguna que otra caída en el camino lo prefiero a no vivir. 

La vida siempre es mucho más interesante que nuestros miedos.

lunes, 11 de septiembre de 2017

What happened to Monday?: La rebelión de lo que somos




Por @Joaquin_Pereira

Debe ser que debo tener algún grado en el espectro autista pero no me cabe en la cabeza cómo las personas van cambiando de máscaras de acuerdo a la situación que tiene enfrente. Yo en cambio tengo una sola cara y a tirar con ella en todos lados. 

La mayoría de las personas para encajar en la sociedad cambia su personalidad de acuerdo a quién tiene enfrente: actúa de una manera frente a su pareja, de otra forma con sus hijos, una más en su trabajo y diferente con sus amigos. 

Cuando finalmente se encuentran a solas -que para la mayoría es bajo la ducha o cuando caen agotados sobre su almohada- ya no saben quiénes son y entran en estado de angustia o pánico.

Les pasa de alguna forma como a las siete protagonistas de la película What happened to Monday? (2017), historia sobre una sociedad distópica escrita por Max Botkin y Kerry Williamson, y dirigida por Tommy Wirkola, con un casting de actores de lujo con los estupendos Noomi Rapace, Glenn Close, y Willem Dafoe.

En la cinta liberada por Netflix en agosto de 2017, siete hermanas tienen que compartir un mismo personaje para poder vivir en una sociedad que prohibía tener más de un solo hijo por pareja. Finalmente sus individualidades se revelan por mostrar su propio rostro al mundo.

Eso nos pasa a nosotros en las diversas crisis vitales que atravesamos. Es típico cuando las personas atraviesan la llamada crisis de los cuarenta o del “demonio del mediodía”. Ese momento de la vida en que nuestra verdadera personalidad se rebela y nos dice “WTF… ¿qué co… hemos hecho con nuestra vida?”.

Al intentar encajar en una pareja nos ocurre que nos abandonan. Al intentar conservar un empleo nos despiden. Al querer ser siempre exitosos nos pasa un bochorno incluso viral en esta época de redes sociales. ¿Por qué nos pasa eso?

Lo que ocurre es que la vida en su infinita sabiduría nos va tumbando las máscaras que usamos ante la sociedad para que nos demos cuenta que no necesitamos de ninguna de ellas para ser amados. Somos amor, son personas completas.

La paradoja está en que siendo más uno mismo los demás nos aprecian más, porque de alguna manera les recordamos que también ellas pueden ser auténticas.

¿Eres la misma persona todos los días de la semana? ¿El domingo entras en pánico y deseas que llegue pronto el lunes porque te aterroriza estar a solas contigo mismo? ¿Cuántas máscaras usas?

domingo, 10 de septiembre de 2017

Moon: Rescatando nuestra originalidad


@Joaquin_Pereira

Hace unos días estuve en un club invitado por unos familiares. Lo típico: piscina, tenis, ping pong, bingo, bailoterapia, cervezas, pescado frito… En un momento en el que estaba relajándome en la piscina me sentí de repente angustiado, como si formara parte de una obra de teatro que alguien armó hace años y en la que sólo soy el clon de un personaje que se repite al infinito.

Cuando venimos al mundo no nos preguntan que quisiéramos hacer, cómo quisiéramos hacerlo, cuál es el mensaje o misión que traemos en esta encarnación. Nos ponen un nombre, unos apellidos, y nos encausan a formar parte de un sistema que si detenemos la marcha desbocada de la vida nos daremos cuenta que está profundamente enfermo. 

Semanas atrás me di cuenta de lo mismo cuando estuve realizando una investigación en la hemeroteca nacional. Buscando una nota de prensa en varios periódicos de 1983 me sumergí en el acontecer mundial de aquella época: tragedias, asesinatos, robos, elecciones, guerra sucia entre políticos, carteleras de cine con los actores jóvenes del momento,… Lo mismo que podría encontrar en cualquier periódico actual. 

Pareciera que la vida termina siendo un juego de distracción masiva que engulle a cada humano que nace y lo hace recorrer los mismos caminos trillados. 

Esto termina concluyendo Sam Bell, el protagonista de la película Moon (2009), la opera prima del director Duncan Jones. Se cree que el primer terrícola encargado de llevar a cabo trabajos de excavación en la Luna, hasta que por accidente se da cuenta que es sólo uno más de un centenar de clones que han ocupado su puesto con anterioridad.

Como Sam quisiera reclamar mi independencia y mostrar que soy un ser original que merece cuestionar la realidad y decidir su particular forma de expresarse en el mundo.

¿Por qué debo formar una pareja para toda la vida? ¿Por qué debo aprender a manejar un carro? ¿Por qué debo jubilarme a determinada edad? ¿Por qué debo creer en determinado Dios? ¿Por qué debo odiar a tales tipos de personas? 

Luego de ver Moon he iniciado un proceso profundo de cuestionamiento personal haciendo un inventario de las actitudes que asumo como normales y que ejerzo aparentemente con libertad y que más bien son la repetición de un guion social que sigo como un autómata. 

De repente me he despertado y siento que ya no encajo en el sistema. Se siente como una especie de vértigo, pero poco a poco, superado el miedo, termina siendo un renacimiento. Vuelvo a hacerme preguntas: ¿Qué quiero hacer realmente antes de morir? ¿Cómo quiero que sean mis relaciones? ¿Estoy ejerciendo todo mi potencial? ¿Qué creencias me están limitando y puedo dejar a un lado? 

No soy el clon de un personaje diseñado para consumir diversión prefabricada y mantenerme dormido. Soy un creador que vino al mundo a agitar conciencias. Sí, soy el escritor de mi propia vida. He dicho. 


viernes, 8 de septiembre de 2017

Europa report: Tan poco aquí y tanto allá afuera



Por @Joaquín_Pereira

Si sólo vemos nuestros pies la angustia es el resultado obvio, si subimos la mirada a las estrellas es inevitable suspirar e inspirarse. 
Somos infinitamente pequeños en el universo, aunque nuestro ego nos torture con un sinfín de “importantes problemas”. Pero a la vez somos infinitamente grandes, porque de toda la creación somos los únicos conscientes de su existencia y nos hacemos preguntas: ¿De dónde venimos? ¿A dónde nos dirigimos? ¿Estamos solos en el universo?
Esas preguntas son las que intentan responder los personajes de la película Europa report (2013), dirigida por el ecuatoriano Sebastián Cordero, en la que se muestra a una expedición tripulada que supera el límite alcanzado por el hombre fuera del planeta: hasta la luna Europa de Júpiter. 
Como un adolescente que quiere salir de su casa paterna porque se siente asfixiado por la vida trillada, y que tiene que enfrentarse a la angustia de auto sostenerse fuera de lo conocido, los astronautas deben superar un entorno inclemente y silenciosamente aterrador.
En varias oportunidades los personajes en la película se hacen la pregunta “comparado con la amplitud del conocimiento por conocer ¿qué importancia tiene tu vida?”.
Nuestra mayor tragedia, el morir, no inmuta al universo: los planetas siguen sus trayectorias infinitas, los pájaros siguen poniendo sus huevos en sus nidos, llega otro otoño, las mareas suben y bajan puntuales,…
Si la vida nos pone la disyuntiva de salvar algo antes de morir decidimos salvar nuestro registro histórico. Esa es la decisión que asumen finalmente los personajes en Europa report. Dejarle a las generaciones futuras “aquello que vimos”. Como hicieron nuestros antepasados dejando las huellas de sus manos en las paredes de las cuevas.
Por mucho que hemos evolucionado como especie, el hombre sigue dándole prioridad a eso de contar historias alrededor del fuego. 
Si nos vemos como seres pequeños, vulnerables ante un universo despiadado, sólo somos cifras de alguna estadística. En cambio, si valoramos nuestro potencial le damos importancia a nuestra particular obra, resguardar la particularísima percepción de la vida que hemos tenido.
Una vez más una película me permite concluir con mi frase favorita: “Sólo tu obra te salva”. Nuestra obra nos permite seguir adelante pese a la angustia de la certeza de la muerte.
De alguna manera estas crónicas que escribo sobre lo que despiertan en mí las películas son una forma de dejar de ser un simple espectador que consume y se va a dormir, para afirmarme como sujeto consciente que se hace preguntas y quiere dejar su huella en el mundo.
La búsqueda de conocimiento detiene nuestra angustia existencial. Es por eso quizá que cuando estamos deprimidos, atravesando un duelo o angustiados por un problema personal y de repente tiembla la tierra o escuchamos una noticia sobre algún nuevo descubrimiento, recuperamos el interés por la vida. Pareciera que el sentirnos parte de un ente superior –la humanidad-, nos libra de la cárcel de sentirnos solos e indefensos.
No tenemos que salir del planeta para valorar lo que somos, el viaje definitivo es a nuestro interior. Y desde ese centro extraer el mensaje que venimos a traer cuando decidimos encarnar. La clave para reconocerlo es que nos hace vibrar y agradecemos seguir respirando.  

jueves, 7 de septiembre de 2017

The Lobster: Yo escogería ser un búho


Por @Joaquin_Pereira

El ser humano ha sido tan condicionado en su proceso de socialización que se siente muy lejano a la naturaleza. Para muchos, ésta la asocian a un atasco del tráfico en época de vacaciones o a la molestia de los mosquitos cuando salen fuera de las ciudades y se adentran en zonas de mayor vegetación.

Es por eso que cuando se nos recuerda que nosotros somos también mamíferos nos chirría un poco la idea. ¿Somos animales? Quizá por esto cuando deseamos alejarnos de los convencionalismos y ser más libres afirmamos que deseamos ser como tal o cual animal.

Uno de los convencionalismos que pueden ser más castrantes es el matrimonio. Hasta tal punto se nos programa para formar pareja que los solteros son considerados parias. 

Esa es la base argumental de la película The Lobster(2015), dirigida por el director griego Yorgos Lanthimos. Una sociedad distópica que obliga a los solteros a reunirse en un hotel para intentar por última vez emparejarse. Los que no lo hacen son condenados a transformarse en un animal.

En una ocasión en Caracas me invitaron a una reunión con un chamán que había escrito un libro titulado Aliados de Poder, consistía en un compendio de animales con una serie de características humanas asociadas. 



En dicho encuentro se realizó una meditación grupal y se nos aseguraba que al final del proceso sentiríamos como el animal que correspondía a nuestro particular aliado de poder. Yo siempre escéptico participé de la experiencia un poco incrédulo de los resultados. 

Al final de la meditación sentí que me había transformado en un ave. Quería extender mis alas pero notaba que estas estaban muy pegadas a mi cuerpo; además sentía que mis ojos eran enormes. Me había convertido en búho.

Cuando leí las características asociadas al búho me vi reflejado: gusto por la escritura y la lectura, más productivo de noche que de día, gusto por la enseñanza.  

Carl Gustav Jung llamaba a estas experiencias "sincronicidad". Concluyó que el individuo y su entorno están intimamente conectados, por lo que hay momentos en que se generan coincidencias que pueden ser interpretadas simbólicamente por el individuo. Esto explica la eficacia de la meditación en la que participé y que despierta en forma simbólica de animal las características intrínsecas que poseemos.

Así es que si me obligaran a transfórmame en un animal si no logro emparejarme escogería al buho.

El mall de las parejas vs el bosque de los solteros

¿Cómo encontrar a la pareja perfecta? La mayoría inicia una relación basado en la atracción sexual y cuanto más fuerte es ésta parece más permanente. Pero aparte del sexo hay una miríada de características e intereses que pueden llevar al traste con la pareja por su incompatibilidad. 

Hay quienes notan esto y concluyen que el amor de pareja es una ficción que debería limitarse al acto sexual ocasional: tiramos y fuera, a por otro. 

Aunque creo que el amor entre dos personas es posible más allá de la atracción sexual, entiendo que puede ser difícil encontrar en una sola persona todo lo que buscamos en nuestras relaciones. 

Cada vez veremos surgir con más libertad relaciones fragmentadas: tener sexo con una persona, formar una empresa con otra y admirar intelectualmente a otra. De unas personas nos puede atraer su físico y de otras su mente. 

Para la generación Youtube el poliamor o el amor fragmentado no será algo descabellado sino más bien algo al que se aspira. No hablamos de infidelidad ni de promiscuidad. Hablamos de relaciones híbridas y de libertad personal.

Yo por si acaso ya he visto un árbol que me gusta al lado del lago alrededor del que troto en las mañanas para poner mi nido de búho si no logro emparejarme y una sociedad distópica me execra.