miércoles, 13 de septiembre de 2017

Embers: El olvido como último recurso


Por @Joaquin_Pereira

I will remember you.

“¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi casa? ¿Cómo me llamo?  Estoy empapada bajo esta lluvia. Hace frío. ¿Manuel? ¿Orlando? ¿Por qué esos nombres? ¿Quiénes son?... Se acerca la policía, no he hecho nada malo, no lo recuerdo.” 

Mi tía terminó en una jefatura empapada tras salir a la calle y no recordar cómo volver a casa. Tenía por suerte su cédula y con el apellido lograron llamar a un familiar que la pudo buscar.

Recordé esta anécdota al ver la película Embers (2015), del director Claire Carré, quien se planteó una historia basada en una pregunta: ¿Cómo sería el mundo si todos perdiéramos la memoria al mismo tiempo?

Luego de ese episodio en el que mi tía se extravió al salir de casa, su estado fue haciéndose más agudo. La internaron en un centro de salud para atenderla. Siempre recuerdo querer irla a visitar pero mis compromisos laborales siempre lo impidieron. La próxima vez que la pude ver fue en su funeral. 

Recuerdo que a mi tía le aterrorizaban los funerales. En una ocasión cuando enterraban a una prima ella y yo éramos los que nos manteníamos más lejos del séquito y me lo comentó: “No puedo soportar esto. Desde mi casa veo el cementerio y como va creciendo. Es muy fuerte”.

La vida le puso una prueba muy grande. Perdió a dos de sus hijos en un periodo de tiempo muy cercano. No soy experto en Alzheimer pero creo que fue esta circunstancia la que hizo que se refugiara en el olvido para soportar de alguna manera el dolor.

Esta hipótesis, la del “olvido como último recurso”, se me repite con mi madre-biológica. El camino que transitó mi tía lo está ahora recorriendo ella. Entonces me pregunté, ¿cuándo comenzó esto? ¿Qué causó en ella la necesidad de olvidar? Y lo vi claro.

Creo que su pérdida de memoria inició el día en que enterramos a mi padre-biológico. Aunque ellos estaban separados desde hace muchos años estoy convencido que ella estaba aferrada fuertemente al recuerdo de su marido. Desde niño la veía cómo daba vueltas a su anillo de matrimonio y me preguntaba por qué seguía usándolo.

Luego de la muerte de mi padre-biológico el anillo desapareció de su dedo y con esto inició su refugio en el olvido. 

Los que han cuidado a un paciente con Alzheimer saben lo complejo y abrumante de la situación. Aparte de seguir con tu vida de la forma más productiva posible no puedes dejar de estar pendiente de tu familiar. 

Hace unos meses estábamos celebrando la graduación en la universidad de mi primer sobrino cuando nos avisan que mi madre-biológica se había desmayado y la habían trasladado a la clínica. Cuando la revisaron concluyeron que se había medicado de más. Seguramente se le había olvidado que había tomado sus pastillas del día y repitió la dosis varias veces. 

Desde entonces una hermana es la que se encarga de suministrarle los medicamentos tres veces al día.

Como lo planteado en la película Embers, vivir en un mundo sin recuerdos puede ser tentador cuando el dolor, la culpa o el rencor nos desbordan. Vivir en un continuo presente es lo que muchos gurúes venden en sus charlas, pero este estado de serenidad no debería significar borrar nuestra historia porque lo que somos está conformado por el camino que hemos recorrido.

¿Cómo digerir los golpes de la vida para no recurrir al olvido como último recurso?

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