martes, 19 de septiembre de 2017

Wake in fright: ¿Atorado en Tiboonda-zuela?


Por @Joaquin_Pereira

Se suponía que en este momento debería estar iniciando el Máster de Narrativa  en la Escuela de Escritores de Madrid. Ya tenía todo cuadrado: inscripción, maleta hecha, pasaje confirmado… Sólo me quedó pendiente un detalle: una fuente de ingreso consolidada para mantenerme en la capital española.

Me sentí como en la película australiana Wake in fright (1971), del director Ted Kotcheff y protagonizada por Gary Bond; tratando de huir de un pueblo infernal y cayendo de vuelta al centro del mismo.

El protagonista de la película quiere escapar de Tiboonda, yo quiero escapar de Tiboonda-zuela. “Uno no quiere permanecer en el mismo lugar cuando es más inteligente que los otros”, le dice el policía Jock Crawford al protagonista John Grant. “Depende del lugar”, le contesta éste.

Haber estudiado en la Universidad Simón Bolívar –la universidad de la excelencia- ha marcado definitivamente mi vida: no tolero vivir en un país condenado a la miseria por un régimen totalitario dirigido por delincuentes. 

Amo a Venezuela. A ella le debo mucho de lo que soy. En 2009 tuve el placer recorrer gran parte de su territorio en una expedición fotográfica; definitivamente su geografía y su gente es maravillosa. Pero no soporto más estar encerrado a toda hora en mi cuarto por temor a la delincuencia y por el acoso de la inflación. 

Los personajes de Wake in fright se sumergen en el consumo de la cerveza para soportar el sopor de malvivir en su terruño. En mi caso no he caído en el alcoholismo pero he tenido que recurrir al cigarro para apaciguar la angustia de sentirme atorado. 

Lo más sencillo en el infierno es caer en la desesperanza y cometer errores que te hundan más en él. Ese guion los venezolanos ya lo tienen asegurado, allí en la sala de su casa la espiral descendente se ha instalado. 

¿Y qué hace alguien que ve el abismo desde el borde del precipicio? ¿Saltar? No. Extiende sus brazos, cierra los ojos a su entorno, se visualiza con alas y echa a volar. 

Así me encuentro ahora: solicité a la Escuela de Escritores de Madrid un plazo mientras me establezco en España para iniciar el Máster de Narrativa. Mientras tanto estoy trabajando en la expansión de mi taller de escritura para transformarlo en una empresa internacional de apoyo a escritores: CasadeEscritor.ES

La desesperanza en Venezuela no me va a llevar a “matar canguros” como en la película. Prefiero echar a mano de la “poesía” que muestra en una escena el protagonista cuando recita “El resplandor de la luna es como la nieve en el desierto, el polvo es su rostro”.

¿Atorado en Tiboonda-zuela? No, definitivamente no. Estoy ganando musculatura para alzar pronto el vuelo y llevar allí a donde vaya a Venezuela en la maleta. 

En Madrid, Barcelona, Nueva York o Lisboa, o donde quiera que establezca mi nuevo nido, fijaré la bandera de Venezuela y recitaré mis versos para llamar a mi vera a quiénes hacen que mi vida sea grande, brillante y valiosa: mis amores. ¡Y olé!

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