miércoles, 21 de junio de 2017

Happiness: Necesito hacer una cita con mi tristeza





Por @Joaquin_Pereira

“A mitad del camino de la vida
Yo me encontraba en una selva oscura,
con la senda derecha ya perdida.
¡Ah, pues decir cuál era esa cosa dura
Esta selva salvaje, áspera y fuerte
que en el pensar renueva la pavura!”.

Divina Comedia, 
de Dante Alighieri. 
Infierno, Canto I.

Cuando llegamos al mundo, aquí ya estaba armada una rumba. No nos preguntaron que se nos antojaba hacer; sin prestar atención en nuestra individualidad nos dieron una lista de qué debíamos obtener para ser felices. 

Y uno medio aturdido por la música, las luces, las hormonas y las sustancias estimulantes nos fuimos tras el Vellosino de oro, el Santo Grial, o el pene más grande, que nos otorgara la tan anhelada felicidad. 

De esta manera, apenas estamos culminando el bachillerato cuando ya nos inscribimos en cursos preuniversitarios. No tenemos aún el título de pregrado cuando ya estamos solicitando cupo para hacer un postgrado. Luego otro, y otro,… para pasar al doctorado. Sin preguntarnos si era esto lo que queríamos hacer realmente. 

Luchamos por conseguir un puesto de trabajo y dejamos el pellejo tratando de ascender en la compañía. Mientras tanto compramos la casa, el marido, el carro, los hijos, la cerca blanca para el jardín, el perro, la bañera, el amante, el cenicero… 

Nos sentimos mal hasta no conseguir publicar nuestro libro, ganar aquel premio, el segundo libro, el otro premio, y el otro, y el otro… 

Y luego de cada logro y cada coroto que obtenemos nos sentimos igual o más vacíos que antes. Y las agencias de publicidad chorrean baba por sus colmillos y en el sumun del descaro incluyen sustancias adictivas en sus productos. El truco es prometerte la felicidad para no alcanzarla nunca. 

Si antes las aspiraciones para ser feliz se te vendían en meses o años para alcanzarse, en los tiempos actuales se miden en tendencias de redes sociales tan instantáneas y efímeras como vacuas. Los ataques de pánico y el consumo de sustancias crecen a medida que la humanidad alcanza nuevas cotas de supuesta felicidad.

Pero algunas personas comenzamos a escuchar esa voz interior que nos grita “Coño, me siento triste. Bájate de la rueda de hámster cinco minutos y escúchame”.  

De alguna manera esto es lo que les ocurre a los personajes de la película Happiness(1998), escrita y dirigida por Todd Solondz. Todos se sienten vacíos y no saben cómo llenar ese hueco negro que crece en su interior. 

Es uno de esos filmes que nos mueve el piso, dejándonos inquietos por varios días al identificarnos con el lado oscuro que nos muestra alguno de los personajes. Corresponde al Día 1 del Reto 7x7 versión Circle of Hell –ver siete retadoras historias en siete días que desmoronen las inestables convicciones sobre las que parapetamos nuestra existencia. 

El mayor atractivo de Happiness es precisamente mostrar aquello que todos pensamos pero que no comentamos abiertamente por temor a ser tachados de desequilibrados, enfermos o pervertidos. Pedofilia, asesinatos masivos, violaciones, aburrimiento, depresión, suicidio,… son algunos de los temas controversiales que toca la cinta y no como “eso que hacen los demás, los otros”, sino como opciones que pueden haber rosado nuestra mente alguna vez.

¿Por dónde entonces comenzar a desenredar la madeja del hilo que nos promete salir del laberinto y llevarnos a la felicidad? ¿Cómo entonces desactivar el mecanismo detonador de la depresión para respirar un poco de satisfacción y paz?

Creo que la clave principal está en comprender que nuestra existencia responde a un propósito. Venimos al mundo a dar algo específico y no sólo a consumir bienes y acumular posesiones. A mis talleristas de escritura se los resumo en una frase: “Sólo tu obra te salva”.

El enfocarnos en realizar nuestra obra de lo primero que nos salva es de colocar nuestro locus de control fuera de nosotros mismos. Dejamos de depender de los vaivenes emocionales de los otros para propulsarnos con combustible propio.  

El siguiente paso es simplificar nuestra vida. Sí, definitivamente menos es más. Y esto no quiere decir dejar de tener aspiraciones o conformarnos con una vida mediocre. Más bien de lo que se trata es de bajar la velocidad con la que vivimos para saborear realmente cada bocado. Parar la loca gincana del “te uso, te boto y a por el otro”, para valorar cada logro alcanzado. Se trata de ponernos a nosotros mismos como objetivo primordial al inicio de nuestra lista de acciones diarias.

Si la depresión afecta actualmente a más de 300 millones de personas -según cifras de la Organización Mundial de la Salud-, ¿no es hora de enfrentar de una buena vez al Minotauro y dejar de taponear nuestra desazón con más pastillas y estridente entretenimiento?

Yo por lo pronto hice una cita con mi tristeza, la invité a tomarnos unas cervezas. Quiero decirle que ya no le temo, que quiero hacerla mi amiga, darle su espacio. Sé que su presencia tiene razón de ser: recordarme para qué vine a este mundo. Sólo le pido que no llene con su humo toda mi casa. Que me permita abrir las ventanas de vez en cuando para que entre el sol.  

Puedo aceptar que la felicidad sea sólo algunas cucharadas de Nutella que la vida nos da para entusiasmarnos con nuestro espléndido futuro. Que no estamos preparados –por ahora- para sobrevivir en un estado de continua euforia. Y mientras tanto allí está doña paz, esa sí permanente: como la comida hecha en casa, el café mañanero y los zapatos de trotar junto a la cama, siempre fieles; como la guitarra, la cámara de fotos o la máquina de escribir en nuestro taller, esperándonos para empezar de nuevo; como aquel amigo que pese a conocer nuestro lado oscuro se queda a nuestro lado. 

Philip Seymour Hoffman



En Happiness actúa el estupendo actor Philip Seymour Hoffman. Interpreta a un oficinista aburrido de todos pero obsesionado con el sexo. 
A Seymour Hoffman lo recordamos por sus papeles en cintas como Boogie Nights (1997), The Talented Mr. Ripley (1999), o Capote (2005), por la que recibió el Óscar al mejor actor.
Quizá fue la búsqueda insaciable de felicidad lo que el 2 de febrero de 2014 lo llevó a la muerte en su apartamento de Manhattan por una sobredosis de cocaína mezclada con heroína.





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