domingo, 4 de junio de 2017

Body Heat: clase maestra de escritura erótica


Por @Joaquin_Pereira

Ned: Is all right!
Matty: Please, Ned! Do it!

Dentro del taller de escritura que dirijo hay un ejercicio que lo llamo la “concha de mango”, porque los participantes comúnmente terminan resbalándose. La pauta es escribir una historia de amor sin lugares comunes. 

En nuestra vida cotidiana manejamos relativamente bien una situación romántica con nuestra pareja pero al tratar de plasmarla en el papel pareciera como si Ruben Darío nos poseyera. Utilizamos frases trilladas, rimbombantes y hasta ridículas. 

Y si el romance puede convertirse en un desastre al tratar de escribirlo, lo erótico puede constituir una verdadera tragedia. 

¿Cómo escribir una historia erótica? ¿Qué diferencia lo sexual de lo sensual o de lo pornográfico? ¿Cómo superar nuestros propios tabúes y la fijación de métodos al excitarnos? Si podemos escribir sin tapujos un asesinato por qué se nos hace tan difícil describir una relación sexual.

Las respuestas las podemos encontrar viendo la película Body Heat(1981), escrita y dirigida por Lawrence Kasdan, correspondiente al día 5 del reto 7x7 –ver 7 películas recomendadas en una semana al estilo cita a ciegas-. En español fue titulada como Cuerpos ardientes y sus actores principales fueron William Hurt y Kathleen Turner.

El cine a diferencia de la literatura cuenta con medios adicionales a la palabra para lograr tocar los botones adecuados en nuestra mente para provocar la experiencia que se desea transmitir. Hablo de los recursos de la fotografía y de la música. En Body Head, la música fue compuesta e interpretada por John Barry y la fotografía fue dirigida por Richard H. Kline. 

Cuando afirmo que Body Heat es una obra maestra del cine erótico pongo por ejemplo el mismo inicio de la cinta, el que considero el más sexy que haya visto en ninguna otra: observamos la espalda sudada de William Hurt mientras ve por la ventana un incendio que como veremos él mismo provocó; con una imagen el director logra transmitir la esencia de la historia y su leitmotiv, el calor del sexo y del fuego.

Aunque muchos crean que lo erótico tiene que ver con los órganos reproductores, en realidad el principal órgano sexual del ser humano es su cerebro. La publicidad y la política lo han entendido muy bien y han aprendido a manejar a las masas provocando sus respuestas sexuales. 

Para que me entiendan cuando digo que es el cerebro el que en realidad controla nuestra experiencia sexual les planteo dos ejemplos que seguro habrán experimentado.

Ejemplo 1: Están en una sala de cine y les llega un mensaje de Whatsapp de un amigo que vive en otro país. Le contestan y al poco rato se encuentran transmitiéndose descripciones de una actividad sexual si estuvieran cerca. Alrededor de ustedes los demás siguen disfrutando de la película mientras ustedes sufren una potente erección u orgasmo. Su cerebro es el que estuvo teniendo sexo a distancia.

Ejemplo 2: Es jueves y como todas las semanas luego del capítulo correspondiente de Proyect Runway o Master Chef “te toca” tener relaciones sexuales con tu pareja. Aunque tu cuerpo esté haciendo un coito con tu mujer u hombre, tu cerebro puede estar pensando en otra persona a millas de distancia. Otra vez él tiene el control.

Esto nos da la clave a la hora de escribir un texto erótico: crear una imagen mentar sugerente que despierte el apetito sexual.

Es así como un simple cigarrillo puede cargarse con energía erótica al activar nuestras necesidades básicas de satisfacción oral. En Body Heat utilizan mucho este recurso pues todos los actores fuman como trabajadoras sexuales en día de cobro de alquiler.

Al escribir una escena erótica hay que entender que una de sus principales características es la transgresión de las prohibiciones. Por estar socialmente amaestrados para estar vestidos, cualquier insinuación de desnudez aunque sea un pequeño escote despierta nuestras fantasías sexuales. Esta ruptura de lo prohibido para lograr la excitación es simbolizada magistralmente en la película en una escena donde el protagonista rompe una puerta de cristal para luego poseer a su amada.

Pero hay que tener cuidado. Una misma imagen puede ser erótica o repulsiva de acuerdo a quien la vea y a sus prejuicios. Hace poco monté en mi cuenta de Instagram un trabajo documental de una marcha de diversidad sexual y una de mis seguidoras llamó precisamente repulsiva a la foto que considero más hermosa de todas. Se las muestro a continuación.


No digo que como escritores debamos escribir para provocar la misma sensación en todos nuestros lectores o espectadores, eso sería imposible. Lo que quiero dejar claro con el ejemplo anterior es que debemos estar conscientes en la diversidad de respuestas que vamos a generar y aceptar las repercusiones. 

Como asociamos al sexo con la juventud, ver Body Heat nos recuerda que nuestros tíos sabían divertirse sin necesidad de celulares o Internet. Y esto me hace pensar en algunas inquietudes que siempre he tenido a la hora de reflexionar en la escritura erótica: ¿Cómo es el sexo de las personas obesas? ¿Los abuelos tienen sexo? ¿Cómo creadores podemos permitirnos describir situaciones sexuales que incluso transgredan las leyes?

Como ven al pensar en el erotismo el tema se nos transforma en esas muñecas rusas que al abrirlas nos muestra una nueva muñeca. El sexo es casi inabarcable -gracias a Dios y a los jueves en la noche para las parejas aburridas- por lo que nos permite como creadores un sinfín de historias y matices que plasmar. 

***

Boceto
Es de noche y a mi lado duerme mi pareja. Tomo el celular, activo el Whatsapp y vualá, te tengo a mi lado. Me dices si recuerdo aquel recital de poesía donde para no hacer ruido te acercaste a mi oído y me susurraste un comentario. ¿Cómo puedo olvidar el estremecimiento que me provocaste?, como si eso de las vidas pasadas fuera cierto y todos mis sentidos se hubieran despertado al reconocerte. Me levanto con cuidado de despertar a mi pareja. Me dirijo al baño, me desnudo y comienzo a masturbarme. La prueba de mi excitación está en el semen que proyecto. No es el pastoso que produzco cuando cumplo con mis obligaciones conyugales, es más líquido y presenta esas pequeñas larvas que tanto te gustan. Hace calor y no puedo ducharme pues alertaría a mi pareja. Abro la ventana para que la brisa refresque mi cuerpo desnudo. No necesito tenerte cerca para que mis volcanes internos se activen y destruyan con su erupción todas mis convicciones. En este momento, ¿también tú me coges a distancia?


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