domingo, 14 de mayo de 2017

River: Bienaventurados los locos que no necesitan ser redimidos



Por @Joaquin_Pereira

Nosotros somos al mismo tiempo nuestro juez más despiadado y nuestro mejor abogado defensor, porque no podemos escondernos de nosotros mismos pese a las técnicas evasivas que utilizamos para huir del espejo. Ese juez y ese abogado son las voces internas que escuchamos a diario y terminan guiando nuestras vidas.

En la serie policíaca inglesa River (2015), su protagonista -interpretado por Stellan Skarsgård- tiene el don o la maldición de ver y escuchar a personas muertas. No queda claro si se trata de fantasmas, delirios o manifestaciones -cómo él las llama-. Eso no importa.


Lo que sí puedo afirmar es que dichas presencias responden a situaciones no resueltas en el personaje generando una presión psíquica que termina materializándose en estos entes que lo atormentan.


Esto produce un efecto en el ambiente de relaciones sociales en las que se ve envuelto tanto a nivel personal como profesional. Uno de los mayores temores que existen es sentirse fuera de la manada, terminar como un paria. River incluso llega a la conclusión de que debe fingir ser “normal” para evitar la agresión de sus congéneres. Pronto se da cuenta de que fingir no le sirve de nada pues es inevitable mostrar lo que somos de verdad.


En una sociedad enferma, no poder encajar más bien es un síntoma de salud que de trastorno. Estamos obsesionados por querer categorizarlo todo. Nos desespera no comprender algo y tratamos de meter la realidad en pequeñas cajas conceptuales que nos permitan al final del día dormir, aunque no soñar.


River es perfecto como es. No tiene que cambiar para que lo quieran. De hecho, quienes lo quieren de verdad lo aman precisamente por sus “locuras”. Como en el tango Balada para un loco de Astor Piazzolla, River nos dice “Quereme así, piantao, piantao, piantao... Trépate a esa ternura de locos que hay en mí, ponete esa peluca de alondras, y ¡volá! ¡Volá conmigo ya! ¡Vení, volá, vení!”.


Sentirse orgullosos de quienes somos es el primer paso para enfrentar a una sociedad que continuamente nos trata de homogenizar, atemorizar y acallar. ¿Hasta cuándo no vamos a entender que las personas son como ríos que no pueden ser controlados so pena de secarse, estancarse o desbordarse? Los ríos deben fluir libres sobre el cauce que le dicta su conciencia y quienes nos maravillamos de su presencia sólo podemos aspirar a acercar nuestros dedos y permitir que sus aguas nos acaricien sin pretender poseerlos.


De eso se da cuenta el personaje de la psícóloga en la serie. No se trata de un simple enamoramiento. No es amor de pareja a lo que aspira. Es más bien Amor con mayúsculas, el genuino deseo de ver bien a River, de que recupere la sonrisa que perdió en la calle donde vio morir a su compañera de rondas.

Sin ánimo de hacer spoiler debo confesar que en el capítulo final de River vi la escena más hermosa que haya visto jamás en programas similares. Eso que algunos piensan que en televisión sólo caben programas basuras es una falacia, esta serie lo demuestra con creces.


Otra cosa que me llamó la atención es la manera en que una aparente simple historia policial se convierte en un portaviones de esas historias cotidianas que todos vivimos o sufrimos y que por “naturales” no les prestamos la suficiente atención: la infidelidad, la inmigración, la soledad en compañía, el desgaste en los matrimonios, el temor a amar…


Definitivamente ver River me reconcilia con mi testaruda y loca manía de escribir historias. Aspiro alguna vez crear una estupenda obra como la que muestra esta serie.


Sí, como me dijera un buen amigo: “Esas son las obras de arte que lo cambian a uno de manera radical y conseguir esa calidad en una serie de televisión yo lo sigo considerando un milagro”. River efectivamente es un milagro: “Bienaventurados los locos que no necesitan ser redimidos, todo lo contrario”.

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