lunes, 24 de julio de 2017

Frankenstein Chronicles: volviendo a coser al monstruo



Por @Joaquin_Pereira

¿Te pedí, por ventura, Creador,
que transformaras en hombre
este barro del que vengo?
¿Te imploré alguna vez que
me sacaras de la oscuridad?
El paraíso perdido, X, 743-5
(Epígrafe de Frankenstein 
o El moderno Prometeo
de Mary Shelley)

Hay dos características que me sirven de forma personal para identificar si una obra es maestra o no: su trascendencia en el tiempo y la inspiración constante que ejerce en otros autores para generar nuevas obras. Un ejemplo de esto sin duda es el libro Frankenstein o El moderno Prometeo de Mary Shelley, publicado en 1818.

Hace poco vi una serie de televisión inglesa inspirada en la obra de Shelley llamada Frankenstein Chronicles, creada por Benjamin Ross y Barry Langford, cuya primera temporada fue transmitida en 2015. 

De forma inteligente los productores de la serie aprovechan el conocimiento que tiene el público de la historia original para con una economía de recursos contar un nuevo relato. Me hizo recordar -guardando las debidas diferencias-, lo que se hizo en la serie Da Vinci's Demons: en ambos casos se utilizan personajes históricos como parte de una ficción verosímil.

El trabajo de los escritores se asemeja de alguna forma al realizado por el doctor Frankenstein cuando creó a su monstruo y le insufló vida. Tomamos retazos de historias y de experiencias y las unimos en un mosaico más o menos coherente. Luego de varias revisiones y luchas internas, el autor logra que el corazón del libro comience a latir y lo suelta al mundo confiado que su creación no termine siendo incendiada por los lectores o peor aún ignorada.

¿Qué hace a una historia como la de Frankestein lograr cautivar la atención de millones de personas de varias generaciones? Creo que la clave está en tocar las inquietudes más atávicas de la humanidad, la muerte y la creación de la vida.  

Nuestro papel como escritores es identificar esos temas fuerza que agobian el corazón de la humanidad para intentar generar una catarsis en nuestros lectores. Y como toda obra habla en primer lugar de su autor, debemos buscar en nuestros propios agobios la inspiración para escribirla. Nuestros temores, nuestros deseos, terminan siendo también los de la humanidad. Contar nuestra historia es de alguna forma contar la historia del hombre en su paso por la Tierra. 

Al principio del proceso de escritura observamos sobre nuestra mesa de trabajo retazos de lo que queremos convertir en un libro: ideas, confesiones, escenas, embriones de personajes… Luego con más fe que razón comenzamos a cortar y a tejer armando una especie de rompecabezas cuya imagen completa nos despierta en sueños, nos sorprende bañándonos, nos acompaña mientras conducimos,… 
Llegado el momento quisiéramos que viniera una tormenta y una de sus descargas pusiera en movimiento la trama que fuimos armando. La sangre que transmite el oxígeno que despierta al libro es nuestra sangre, la que salió de nuestras heridas y magulladuras al mover en cada jornada de escritura una roca desde el pie de la montaña hasta su pico para verla nuevamente caer.

Ese es nuestro trabajo, sacar a nuestro monstruo interno y mostrarlo al mundo como espejo de sus propias contradicciones. Terminando siendo sanadores de una herida colectiva al intentar sanar la propia. Somos el creador y el monstruo al mismo tiempo.

Como le dice el personaje de Mary Shelley al protagonista de Frankenstein Chronicles: ese monstruo era mi pesadilla, ahora es la suya. Cuando terminamos de redactar nuestro libro nos liberamos de alguna forma de algo que nos asechaba desde nuestra sombra. Se la entregamos a nuestro lector con la esperanza de llevar luz también a su oscuridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario