martes, 10 de octubre de 2017

The Witch: Conjurando el bullying


Por @Joaquin_Pereira

Cuantas veces hemos escuchado sobre el bullying en las noticias o en conversaciones casuales y no terminamos de comprender cómo una persona que siempre ha sido tranquila y amable termina moliendo a golpes a quien lo acosaba. No entendemos lo que siente alguien hasta que lo vivimos en carne propia. 

La protagonista de la película The Witch (2015), del director Robert Eggers, es tildada continuamente de bruja por sus hermanos y su madre. Por más que intenta defenderse el ataque aumenta hasta que las fuerzas oscuras de sus agresores la desbordan y se convierte en la bruja que todos decían que era.

En una oportunidad sufrí acoso laboral o mobbing. Un jefe mediocre me hizo la vida imposible por razones políticas, en medio de la polarización que se ha instalado en Venezuela desde 1998 con la ascensión de Chávez y su maquinaria de destrucción. Recuerdo que fue tal el acoso que aun inscribiéndome en clases de baile para distraerme la presión psicológica me perseguía fuera del trabajo. Cuando me di cuenta que incluso bailando seguía sintiéndome terrible supe que mis barreras psicológicas habían colapsado y decidí renunciar al trabajo. 

Pensé que una situación así no me iba a ocurrir nunca más. Pero luego el bullying mutó. Ya no era en el ámbito profesional sino en la pareja. Cuando la inflación en Venezuela alcanzó cotas de terror, la persona con la que había compartido varios años entró en crisis proyectando su frustración en mí. Pasaba horas sin dirigirme la palabra. Por más alternativas positivas que iba sacando de mi bolsillo, no había caucho pichado o cajera de abasto malhumorada que no desatara los demonios de mi pareja y yo terminaba pagando los platos rotos. En esta oportunidad el poner distancia a la relación fue la forma como se conjuró el bullying.

Tanto en la situación laboral como en la de pareja manejé la situación corriendo la arruga, cediendo ante quien me agredía. La “bruja” que llevaba por dentro se negaba a despertar.

Hasta que llegó el Alzheimer de mi madre y vi mi lado oscuro desatarse como nunca. Entre mi hermana y yo hemos visto colapsar poco a poco la mente de nuestra progenitora, derivando en crisis de agresividad severos.

Basura, maldito, muérete… son palabras que escuchadas una vez nos parecen tontas, patéticas. Pero cuando las escuchamos horas seguidas, día tras día, semana tras semana, llega un momento que se nos olvida quién es el paciente y quién es el cuidador.
  
Esta vez no corrí la arruga. Le planté cara al agresor. Decidí que por muy enfermo que esté alguien no voy a permitir que me insulten. Mi mano terminó siendo la afectada tras los reiterados golpes que di sobre la mesa de la sala. Luego vino el té, el agua fría en la cara y la búsqueda de un espacio donde retomar mi centro.

Luego que hemos visto de lo que somos capaces cuando nos presionan a límites de tortura, nos liberamos del miedo a no poder controlarnos. Ya no somos el niño tímido del colegio, ni el empleado temeroso, ni la pareja complaciente,… tomamos el control de nuestra vida y sabemos del poder que tenemos incluso de hacer daño y la fuerza de la que disponemos ante una situación límite para parar a tiempo.

Si es cierta esa teoría de que el agresor externo no es más que un reflejo de cómo nos autoexigimos, comprendo que la forma de conjurar el monstruo no es colocando cercas eléctricas ni perros guardianes a nuestro alrededor. El conjuro es dejar de machacarnos a nosotros mismos sobre lo que debemos ser, lo que debemos hacer o lo que debemos tener. Liberar la presión interna hace que los agresores externos desaparezcan.

De ahora en adelante cuando reciba un insulto, una burla o  un acoso no voy a correr la arruga ni usar la resistencia como opción. Sacaré la bruja que llevo dentro y plantaré cara ante mi agresor para desde el amor, a mí mismo y a los demás, establecer claramente los límites de lo que permito sean mis relaciones. Cero tolerancia al bullying. 


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