lunes, 20 de agosto de 2018

Son of Sofia: Cuando la realidad nos abruma



La muerte de un familiar, la ruptura de una pareja, el despido de un empleo, un accidente, una tragedia natural, una enfermedad grave, la hiperinflación en un país… Son circunstancias para las que por lo general no estamos preparados y ante las cuales nuestro arsenal psíquico echa mano de lo mucho o poco que se tiene para intentar comprender, digerir y en lo posible actuar para manejar o por lo menos soportar los efectos de esas situaciones. 

Todos terminamos siendo un poco niños ante una realidad que por momentos puede abrumarnos. Y como niños utilizamos nuestra capacidad de ficcionar para sobrevivir a las borrascas, tempestades o monstruos que se nos presentan en el camino de la vida. 

Eso hace el protagonista de la película Son of Sofia (Gracia, 2017), de la directora Elina Psykou. Después de varios años sin ver a su madre, Misha de 11 años, vuelve con ella para descubrir que se ha vuelto a casar con un hombre cuya edad supera a la de su abuelo. No soportando la situación escapa varios días y se refugia en casa de un prostituto levantador de pesas que lo instruye en sus dos oficios.

La realidad a la que se tiene que enfrentar Misha es tan abrumadora para él que debe recurrir a su imaginación para sobrellevar el impacto. Es así como se observa a sí mismo como un pequeño oso y a su madre como una osa encadenada. Figuras de cerámica, peluches y globos cobran vida también en los sueños lucidos del niño. Prefiere vivir en una ficción que soportar su nueva realidad.

Reconozco que en parte al sumergirme en la lectura de un libro o en el disfrute de una serie o película lo que busco es un poco de oxígeno ante una realidad que por momentos me ahoga. Primero para intentar sobrevivir en un país como Venezuela cuya espiral inflacionaria hacía de la locura lo normal. Luego para paliar el impacto de emigrar sin recursos económicos a un país como España donde todo funciona a la velocidad del rayo. 

Ya estoy acostumbrado a los altos contrastes en mi vida. De hecho decidí nacer en el seno de una familia con un padre ausente y una madre sobreprotectora. Equilibrar tensiones parece ser un ejercicio que pedía mi alma en esta encarnación. 

La escritura y la generación de mundos de ficción más que un oficio al que me dedico es la forma con que me inserto en la realidad para que su brutal caos no me aplaste. 

Muchos dicen que hay que madurar para enfrentar al mundo, yo opino lo contrario, que hay que ser más como niños para que la tristeza no nos quite las ganas de respirar. 



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