miércoles, 8 de marzo de 2017

Moonlight: cuando la vida nos aumenta el volumen


Por @Joaquín Pereira

Para comenzar quiero dejar claro que Moonlight(2016) no es una película para estúpidos: trata de la homosexualidad así que los homofóbicos ya pueden irse a lanzar sus babas en la próxima parrilla con sus panas; todos sus actores son negros, así que si sólo te rodeas de blancos perfectos, de narices finas y admiras en secreto a Hitler ya puedes ir a limpiar tu capucha blanca y preparar los cerillos de tu próxima hoguera; la mayoría de los personajes o consumen droga o la venden, así que si tu burbuja social te ha separado del mundo real por mucho tiempo tu estómago no lo va a tolerar, ve a tomarte tu dosis de ansiolíticos; y para colmo la forma de narrar y finalizar la historia no es la que comúnmente consumen los aficionados de las películas de Jackie Chan, tendrás que usar un poco el cerebro. 
Ok. Luego de soltar el primer párrafo y respirar profundo, me sirvo un café, prendo una vela y me dispongo a exponer lo que me inspiró ver esta cinta dirigida por Barry Jenkins, basada en la obra In Moonlight Black Boys Look Blue de Tarell Alvin McCraney.
Aparte de mostrar el camino que transita un hombre para descubrir su homosexualidad y sobrevivir a ella en un mundo intolerante, la cinta me parece un buen ejemplo de lo que hace la vida en su infinita sabiduría para sanar nuestros miedos: nos aumenta el volumen de lo que tememos hasta que decimos basta y le rompemos una silla en la cabeza al desgraciado que insistió en hacer nuestra vida miserable.
El protagonista va aceptándose a si mismo como sugieren los títulos de los capítulos de la película: iniciamos aguantando apodos pero al final hacemos valer nuestro nombre. 
Cuando el volumen es tolerable evadimos la confrontación, corremos, nos ocultamos, aparentamos. Pero cuando el volumen aumenta, no tenemos energía para huir y no hay sitio donde esconderse lo único que nos queda es empoderarnos y mandar a la mierda a todos los que ejercen violencia sobre nosotros, es decir, poner sana restricción a nuestras relaciones.
Aunque el camino no es sencillo. No basta ir por allí rompiendo narices para que nos respeten. Debemos enfrentar esa voz que nos acosa en nuestro interior con el eco de lo que sufrimos cuando teníamos 7 años: el grito de nuestros padres.
¿Cómo sacarnos del alma la presión de quiénes arquetípicamente deberíamos respetar ciegamente y hasta imitar? La respuesta no es políticamente correcta pero allí va: matar a tus padres. Pero lo aclaro, no es que cometas un crimen que te lleve a vivir una vida de mierda en una cárcel, no, lo digo en sentido figurado. Matar a tus padres se traduce en entender que ya no tienes 7 años y que te puedes defender, tomar tus propias decisiones y elegir tu propio camino. Tus padres no pudieron darte lo que no tuvieron, hicieron lo mejor posible, punto. 
Si quieres ver Moonlight vas a tener que verla en streaming por Internet, en Netflix o quemadita en DVD, porque no creo que las salas de cine hagan lo mismo que hicieron con La La Land, poner varias funciones para llamar al rebaño a sus salas. Haber ganado el Oscar a mejor película, mejor guion adaptado y mejor actor de reparto para Mahershala Ali, no la hacen una cinta para tragar palomitas y me perdonan la ironía.  

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